Durante el partido entre Portugal y Uruguay se vivió la primera invasión de cancha por parte de un manifestante en la Copa del Mundo. Si bien en principio todo el mundo vio que se trataba de alguien con una bandera LGBT, luego se pudo ver otros dos mensajes en su remera, uno por Ucrania y otro por Irán.
Las interrupciones de activistas o hinchas que quieren saludar a un jugador vienen siendo muy comunes en el último tiempo, pero en el Mundial de Qatar todavía no había pasado. En el partido que Uruguay pierde con los portugueses, justo antes de que convirtieran el gol, ocurrió por primera vez, aunque las cámaras de televisión no mostraron mucho.
Un futbolista italiano invadió la cancha para dar un mensaje contra la prohibición de la homosexualidad en Qatar, contra la guerra de Ucrania, y para hacer oír el reclamo de las mujeres de Irán.
El hombre saltó al campo desde un extremo del estadio Lusail sosteniendo una bandera LGBT y vistiendo una remera que decía "Salvemos a Ucrania" en el frente, mientras que en la espalda decía "Respeto a las mujeres iraníes". Un particular reclamo múltiple.
Luego se conoció la identidad del hombre en cuestión: Mario Ferri, un jugador de fútbol italiano de 35 años, cuyo último club fue el Tre Fiori de San Marino, en el que llegó a disputar un partido por la UEFA Conference League. Pero además de futbolista, se define como "pirata moderno", quizás por las acciones sociales que suele llevar a cabo, como la de hoy.
Durante el Mundial de Brasil 2014, por ejemplo, invadió el campo en el cruce por octavos de final entre Bélgica y Estados Unidos con una remera similar, pero con la leyenda "salven a los niños de la Favela". Por esto, le dieron tres días para abandonar el país por atentar contra el orden público. Pero no solo interrumpe partidos para enviar mensajes, sino que también se involucra en las causas que apoya.
Por ejemplo, cuando Rusia invadió Ucrania, él jugaba en el United Sports Club de la Segunda División de la India, pero dejó todo para dedicarse a asistir a los refugiados a trasladarse ante Polonia. Para eso tuvo que dormir durante días en su auto y cumplió el récord de pasar 10 noches sin ducharse en pos de ayudar a las víctimas a abandonar el territorio atacado.
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