Hace poco me crucé con un amigo, padre de un niño de siete años, que me decía que su hijo estaba completamente desregulado. Pegaba, gritaba, se enojaba, etc. Lo contaba como algo inherente a la criatura, sin considerar el contexto.
Me sentí representado porque en varias etapas del crecimiento de mi hija pasé por situaciones similares creyendo que era algo de ella. Pero con el tiempo y a la distancia reconocí que venía de las personas que la rodeaban, teniéndome como un actor principal.
Dejemos de culpar al niño/a como si trajera algo de base. Esa es la fácil. Los enojos están directamente relacionados con el entorno que no acompaña correctamente las situaciones que se van presentando. Y no lo hacemos porque estamos en otra, en nuestra charla mental interminable. No estamos presentes y disponibles para tratar cada rabieta que se presenta.
Porque esos enojos son nuestros enojos. Los niños son un espejo que muestra el estado emocional en que nos encontramos, entre otras cosas.
Preguntémonos cómo nos sentimos, cómo está la pareja. Si nos hacemos cargo de los demonios que traemos y que salen a la superficie, podremos ayudar a nuestros hijos desde un lado más sano.
Y ahí aprenderemos profundamente acerca de lo que nos sucede. ¿Por qué reaccionamos violentamente ante un enojo de nuestros hijos? Es interesante poner la lupa en eso que hicimos o le dijimos y de lo cual nos arrepentimos. Ahí hay información nuestra muy valiosa. Para auto analizarnos o hacerlo en terapia. Y así evitaremos pasar frustraciones propias que tienen su raíz en algo que necesita ser visto.
Recuerdo que unos meses antes que naciera mi hija, estaba en la playa y pasó una madre con su criatura. El niño, de unos ocho años, le preguntó: "qué te enseñé yo, ma?". A lo que ella le respondió: "me enseñaste la paciencia infinita". Me quedó grabado. Hoy que mi hija tiene seis años y medio, comprendo aquellas palabras. Y creo que "paciencia" no es "aguantar". Es no trasladar nuestros enojos, es ser empáticos y comprensivos. Porque en un clima de armonía, juego y amor, la desregulación no tiene cabida.