Mañana se juega el futuro de Turquía en un balotaje que tiene como favorito al actual presidente Recep Tayyip Erdogan, quien buscará estar cinco años más en el poder. En el mano a mano electoral, se enfrenta a Kemal Kiliçdaroglu, líder de la oposición que llega golpeado tras cosechar en la primera vuelta una cantidad de votos menor a la que pronosticaban las encuestas.
En las elecciones del pasado 14 de mayo, el autoproclamado sultán Erdogan, líder del islamista y ultranacionalista Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP, por sus siglas en turco), obtuvo el 49,5% de los votos. Mientras tanto, el socialdemócrata Kiliçdaroglu, presidente del Partido Republicano del Pueblo (CHP), que fue creado por Mustafá Kemal Ataturk, logró un 44,9%.
De esta forma, Erdogan quedó a nada de obtener el 50% más uno de los votos que le hubieran permitido evitar el balotaje en Turquía. A pesar de tener que enfrentar por primera vez una segunda vuelta, le fue mucho mejor de lo que decían las encuestas, ya que en su mayoría arrojaban una ventaja para el referente opositor.
Además de verse fortalecido por este resultado, el actual presidente de Turquía recibió el apoyo para el balotaje del ultranacionalista Sinan Ogan, que salió tercero con cerca del 5,2% de los sufragios. Así, las posibilidades de que la oposición que reúne a conservadores, progresistas, nacionalistas, izquierdistas y defensores de la minoría kurda llegue al poder y rompa con 20 años de hegemonía son muy escasas.
La crisis económica y el malestar social marcados por una inflación interanual del 50,5%, las disputas geopolíticas con Occidente, Rusia y China y los problemas causados por el terremoto al sur del país, con más de 50 mil muertos y millones de desplazados, no pusieron el jaque el liderazgo de Erdogan. El Presidente turco pudo mantener su popularidad ante las débiles alternativas de la oposición y basada en la fuerte división cultural que existe en el país.
Cabe destacar que el resultado del balotaje en Turquía es seguido con interés por los países centrales. Este es un enclave geoestratégico, ya que es miembro de la OTAN y del G20, fue mediador entre Ucrania y Rusia en temas como el acuerdo para exportar los granos bloqueados por la guerra, es cómplice de los ataques de Azerbaiyán contra Armenia, ocupa territorio Siria y es el nexo comercial entre Asia y Europa.
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