Este martes el Indec difundirá el índice de Precios al Consumidor de abril y el Gobierno se prepara para la fiesta del dígito, porque es muy probable que dé por debajo del 10%.
La celebración seguramente arrancará en las redes sociales, el terreno en el que el Presidente se siente por ahora más cómodo. De hecho ya el viernes escribió “@LuisCaputoAr masterclass” al compartir una encuesta de la consultora Aresco con una expectativas inflacionarias a la baja. Y también compartió previsiones del JPMorgan de un IPC del 5% para mayo.
Entonces, la red X se poblará de memes con el león aplastando gráficos de barras que parecían dispararse. Los economistas más afines recordarán que la medición ya se acerca a la mitad de lo que había medido en noviembre pasado bajo la gestión de Sergio Massa.
El Gobierno tiene un punto. Desde que asumió aplicó un shock como nunca se vio y estableció un orden -doloroso- pero orden al fin en un escenario de remarcaciones desbocadas que se había espiralizado en el segundo semestre, al cierre de un mandato que llevó la inflación de 50 a más de 200%. Hay un debate sobre cuánto más de lo necesario generó el plan de Javier Milei pero por lo demás, el nuevo gobierno tomó el control de la situación.
Pero cuidado con las fiestas anticipadas. Las dudas sobre si este camino puede llevar a una desinflación posta que ubique el IPC en valores realmente bajos empiezan a convivir con una consecuencia de la recesión fuertísima que aplacó los precios: el alza del desempleo.
En la teoría económica suele haber un debate sobre cuánto tiene que crecer la desocupación para que baje la inflación. O solía haberlo cuando los economistas citaban la famosa curva de Philips, en referencia a un chabón que estudió el tema y cruzó ambas variables en un gráfico.
Hoy se discute si eso ha quedado atrás por el proceso de baja de la inflación de Estados Unidos en el último año, en el que el costo de vida se redujo y el desempleo siguió en pisos históricos. Pero estamos lejos de ese punto.
La UOCRA cuenta 100 mil despidos en la construcción por el freno de la obra pública. La Unión Obrera Metalúrgica cifra en 10 mil los puestos de trabajo perdidos en las fábricas hasta ahora y prevé unos 50 mil en riesgo.
En las industrias de línea blanca en Santa Fe calculan que recortará un 30% del personal. En el rubro textil algunos de los más grandes echaron el 10% del personal. A la caída de la demanda por la merma del poder adquisitivo se suma el stock acumulado el año pasado, ahora en conjunción con el aumento de las tarifas y en algunos casos con la baja de aranceles a la importación.
En muchos otros sectores, en tanto, el plan era aguantar hasta mayo con suspensiones esperando un cambio de expectativas antes de mandar telegramas. Momento de definiciones.
Para tener una idea de cómo crece el temor a perder el empleo: en la industria del software donde nació el estereotipo del programador pillo que renunciaba rápido si no había palta en el almuerzo porque total conseguía otro trabajo al toque, se derrumbó la “tasa de rotación”, de acuerdo con datos de la cámara del sector, del 40 al 21%. Es un fenómeno que ya se venía dando pero que se acentúa.
Obviamente que el Gobierno aspira a que se trate de un efecto pasajero. Algunos indicadores como las ventas minoristas de CAME y el movimiento de los insumos de la construcción que releva la organización Construya siguen con derrumbe respecto de un año atrás pero reflejaron en abril repuntes contra marzo.
La ilusión es que la recesión haya tocado fondo y se corte la pérdida de puestos de trabajo, al menos en esta etapa, porque también hay advertencias por el impacto en el empleo de una eventual apertura importadora o por los efectos de la aplicación del sistema de incentivos a las grandes inversiones -el sistema RIGI- que puede salir del Congreso con beneficios para importar hasta los uniformes de los operarios.
El punto más delicado es que si el plan económico se encuentra con alguno de los sacudones que pronostican los que ven posible una nueva devaluación ya sea porque se está atrasando el tipo de cambio o porque haya un salto en una posible salida del cepo, un rebote de los precios se daría -a diferencia de todos estos años de suba sostenida de precios- en una Argentina con más desempleo. Una novedad desde la crisis de 2001.
Una señal
El choque de trenes del viernes a la mañana, en tanto, es un Google Alert que te recuerda los límites de pisar el gasto para mostrar el superávit fiscal como sea, eso que después se celebra con un “grande Javo” en las redes o que genera elogios de algún inversor gringo de apellido parecido a Ducatenzeiler que dice que Milei hizo un ajuste único y la gente lo quiere porque es un showman.
Es cierto que las pericias recién se están haciendo. Además, la discusión ya se acomodó en los carriles cómodos para cada uno. Es consecuencia de lo que hizo el kirchnerismo, los ñoquis, los trenes de Florencio Randazzo. Versus. El ajuste mata. Era obvio que iba a pasar si no pagás los mantenimientos mínimos.
Incluso aparecieron funcionarios con frases conocidas del pasado: “Hay que investigar si hubo error humano”. Y también opositores de hoy que trajeron otras frases de ayer: “El desmanejo del Estado tiene consecuencias”.
Como sea, es un recordatorio de la distancia que hay entre el supuesto éxito de un número en una plantilla y su sostenibilidad en la vida real. El frenazo de la obra pública nacional a cero, ¿en cuánto tiempo se pagará con un accidente en una ruta por falta de mantenimiento? Esa pregunta es lo más relevante que dejó el susto del tren que salió bastante barato.
En todo este tiempo, además, el Gobierno no le pagó la energía eléctrica a los generadores. Varias compañías ya habían avisado que no iban a poder pagar los sueldos. ¿Cómo seguirán funcionando?
El Ministerio de Economía les ofreció un bono, es decir, formalizar la deuda con una promesa de pago al 2038. Pero las compañías afectadas no aceptan. Incluso las empresas estadounidenses piden que intervenga el Departamento de Estado. Mientras tanto, ¿a cuánto se está de que todo esto impacte en el servicio?
La celebración más habitual de la Casa Rosada en estas semanas tiene que ver con los magnates de todo el mundo que ensalzan la figura de Milei y su transformación de la Argentina.
“I recommend investing in Argentina”, tuiteó Elon Musk, el segundo hombre más rico del mundo, con negocios en autos eléctricos y litio, entre otras industrias. Pero por más posteos y arengas que haya, por ahora hay más presión de capitales por salir que por entrar a la Argentina.
Lo explica Leandro Ziccarelli, el analista financiero que subraya que la cotización del contado con liquidación, el tipo de cambio que usan las empresas para sacar divisas está bastante más alto que el dólar Bolsa, la operación financiera para comprar dólares y dejarlos en el país.
En las multinacionales más pro Milei, incluso, esta semana apareció la pregunta de si, tras el segundo paro de la CGT, el Gobierno está en control de la calle y tiene consenso popular para seguir adelante con lo que le vende al mundo. La sumatoria de dos paros con la marcha universitaria del 23 de abril aparece en el clipping de los CEOs como una nube en el horizonte.
El avance de la ley Bases en el Senado, especialmente por el régimen de incentivos a la grandes inversiones genera dos interrogantes. Uno, sobre la muñeca del oficialismo para tratar de obtener su primera ley sancionada.
Pero el segundo es más de fondo sobre los beneficios increíblemente amplios que se establecen para las empresas: si se tienen que eliminar retenciones, no se gravan los dividendos e incluso se excluye el pago del Impuesto al Cheque, todo con estabilidad fiscal por 30 años y libertad total para traer todo lo que precisen de afuera, ¿realmente quieren invertir en este país o solo si las concesiones llegan al absurdo?
El Gobierno, a su vez, está festejando que ya estamos ante un cambio de época por el furor ante las ofertas de créditos hipotecarios atados a la inflación que reaparecieron en estos días.
Es una muestra de la necesidad de vivienda que hay en una sociedad cada vez con más inquilinos producto de la inestabilidad crónica y el derrumbe del poder adquisitivo del salario en metros cuadrados.
Y también opera como la revelación de que “las hipotecas UVA” no dejaron una mala imagen aún cuando tras su primera aparición en 2016 precedió a la crisis que llevó el dólar de 20 a 1000 y la inflación por las nubes, con las deudas en pesos en niveles recontra altos pero licuadas al medirlas en dólares.
Ahora, la vuelta de los créditos UVA, que supondría la señal de la creencia oficial de que va a dominar la inflación se da en simultáneo con el crecimiento menos difundido de los préstamos en dólares a los productores agropecuarios, que prefieren endeudarse y aguantar sin vender la cosecha a la espera de una devaluación, una decisión que de generalizarse puede complicar la acumulación de reservas, alejar el rebote de la mano de la actividad agropecuaria en este segundo trimestre y aguar los aprontes de celebración temprana.
