Esta semana falleció Sara Facio (1932-2024), una de las mejores fotógrafas de la Argentina. Dejó una obra prolífica de retratos y fotografías políticas, con las que capturó etapas de la vida y de la imagen de grandes figuras de la cultura, Pizarnik, Cortázar, Celeste Carballo, Piazzolla y Goyeneche, y momentos históricos decisivos para el país, como la vuelta de Perón a la Argentina después del exilio y sus funerales; que fueron captados por el lente de su Leica de 35 mm, su cámara predilecta, que la acompañó más de 30 años.
Una pregunta, para quienes estén interesados, late, porque la completa como ícono, y completa su personalidad, por la fuente inagotable de creatividad de la sexualidad no hegemónica; por su potencia política, como una apuesta por habitar la diferencia a gusto; y por el poder artístico que conllevó su cercanía con otra de las más grandes exponentes de la cultura argentina: María Elena Walsh.
¿Cómo se construye la memoria de una relación lésbica entre dos personas que ya no están, que supieron resistir, a mediados de los 60s, sin volver al clóset pero sin gritarlo en todo contexto -por el peligro profesional, el ostracismo social, o el peligro hasta físico-, sin fallar a lo que imaginamos que hubiesen querido, sin excederse, con respeto, con amor?.
La pregunta llega, contra los morbosos y los oportunistas, a devolverle una parte de la historia a la historia de la cultura argentina y al archivo lésbico: ¿Cómo era la relación entre Sara Facio y María Elena?.

Sara Facio y María Elena, un solo corazón
De a retazos, con historias fragmentadas de gente conocida, con cartas y diarios, recuperando comentarios que una hizo sobre la otra alguna vez, Sara Facio y María Elena Walsh:
Estudiaron ambas en la Escuela de Bellas Artes Manuel Belgrano pero no se conocieron ahí. María Elena terminó sus estudios en 1948, Sara en 1953. Después de estudiar, iniciaron un vaivén de viajes que las desencontraron, en 1952, María Elena y Leda Valladares, la folklorista argentina que era compañera de María Elena por esos años, se mudaron juntas a París para formar un dúo artístico con el que giraron cantando carnavalitos.
En 1955 llegó Sara Facio a París, junto a Alicia D'Amico, colega fotógrafa y su pareja entonces; porque ambas recibieron una beca del Gobierno francés. Ahí, inmersa en el circuito cultural de Francia, Sara comenzó a sacar fotos y descubrió la profesión que la apasionaría hasta sus últimos días.
La vida de ambas tomó rumbos distintos: ya en Argentina, María Elena y Leda disolvieron su dueto y María Elena se concentró en las canciones infantiles. En 1960, Sara abrió su estudio fotográfico junto a Alicia, y ambas comenzaron a sacar fotos en eventos, en casamientos, a hacer fotoperiodismo.
Finalmente, Sara y María Elena se conocieron en 1965, cuenta Sara Facio en su libro Foto de escritor: 1963/1975 (1998), cuando Sara le pidió retratarla después de que María Elena publicara Hecho a mano (1965). Desde ahí, comenzaron a vincularse de forma cercana: Sara y Alicia D'Amico trabajaban sacando fotos y haciendo murales para el Teatro Regina, donde María Elena, ya famosa, hacía shows. Así, se frecuentaban y compartían cenas y cafés.

Mientras tanto, Sara funda la editorial fotográfica La Azotea junto a María Cristina Orive en 1973, para, además de autoeditarse y difundir la obra de fotógrafos y fotógrafas emergentes, hacer libros de fotografía de tamaños y estructuras más cómodas para la mano de una mujer, le cuenta a Cinthia Rajschmir, directora de su documental biográfico. María Elena vive en España por un año en 1974.
A partir del primer encuentro, la relación es cercana: cuando María Elena se iba de gira, Sara cuidaba de su gatita. La madre de Sara se enfermó, y María Elena la acompañaba en las veladas de hospital; después Sara la llevaba en su auto hasta su casa o se quedaban las dos en la suya. Ya vivían una vida juntas, reconstruye en una crónica Renata Ventura.
Un gesto de amor corona la historia: cuando María Elena, finalmente, se compró un departamento -contaba Sara que le costaba apegarse a algo-, ni bien se puso en venta la unidad de al lado, Sara la compró y tiró abajo la pared del living que las separaba. Así, pasaron 30 años conviviendo en un vínculo.
Sara no tiene nada de hermana. Es mi gran amor que no se desgasta, sino que se convierte en perfecta compañía. A veces la obligué a oficiar de madre, pero no por mi voluntad sino por algunos percances que atravesé, de los que otra persona hubiera huido, incluida yo. Pero ella se convirtió en santa Sarita
María Elena Walsh en Fantasmas en el parque (2008), su novela autobiográfica
Entre la reserva y la respuesta franca, ambas se refirieron a su vínculo con la otra de manera muy frontal durante toda su vida. Sara, en el documental que escribió y dirigió Cinthia Rajschmir, genera un recuerdo, entre la admiración y la melancolía, que cierra las hipótesis sobre lo que una significó para la otra: cuando la nombran, porque Cinthia dialoga con ella en cámara, Sara la recuerda y comienza a cantar una de sus canciones, con los ojos llenos de lágrimas. Cinthia lee una carta de María Elena en voz alta. Las dos se miran, en silencio. Es más fuerte el silencio.
Un gesto de memoria: Sara Facio creó, en 2018, la Fundación María Elena Walsh, dedicada a preservar y difundir su obra. Hace poco, el organismo se renombró a Fundación María Elena Walsh-Sara Facio.
Sara Facio, ícono de la fotografía
Una de las mejores fotógrafas del siglo XX: su figura artística, por su estilo, y su ojo, que supo estar presente en momentos clave, la colocaron entre las mejores fotógrafas del país. Así la recuerda Alejandra López, fotógrafa de la Nación, Clarín, Viva, pero que se define a ella misma como retratista, compartiendo campo con Sara.
- ¿Trabajaron juntas alguna vez?
Alejandra López: No, no trabajamos juntas pero siempre estuvimos cerca. Cuando yo recién comenzaba, con un caradurismo total, fui a verla para mostrarle mis fotos y me recibió super amable, hizo comentarios muy valiosos y yo salí de su oficina casi en al aire de la felicidad. Y sé que esto lo hacía con muchísima gente, todo el tiempo. Era muy generosa. A partir de ahí siempre estuvimos en contacto. En un momento la convocaron para hacer una muestra de escritoras en Francia y me invitó a sumar fotos mías, por ejemplo.
Mi primera muestra de retratos de escritores, en el San Martín, estuvo dedicada a ella. Siempre fue una referencia para mí y para casi todos y todas.
- ¿Qué podés decir sobre su legado fotográfico?
Es importantísimo, por todo lo que abarcó (desde vida cotidiana hasta los retratos de personajes de la cultura, y sus inolvidables fotos del peronismo). Es un corpus increíble donde ves el corazón de la Argentina.
Pero quisiera destacar que tan importante como su legado autoral es su militancia a favor de la fotografía argentina: fundó la primera editorial de América Latina dedicada a la fotografía, creó la Fotogalería del San Martín (lugar central para el desarrollo y la difusión), la Fotogalería del Bellas Artes, luchó incansablemente por los derechos de autor. Su tarea en este sentido ha sido de una importancia extraordinaria. Era una topadora, una mujer con una capacidad de "hacer" realmente única.

- ¿Te influenció su obra en términos artísticos?
Cuando yo acababa de dejar la carrera de Letras para dedicarme a la fotografía yo ya hacía retratos, y sobre todo, retratos de escritores. Así que Sara era la referencia obligada. Su libro Retratos y Autorretratos (1973), donde trabajó con los autores del Boom, me deslumbró. No es que yo haya tomado cuestiones estéticas sino más bien la decisión de construir un corpus con eso, tomar al retrato como algo central en mi carrera.
- ¿Cómo encaraste su retrato, qué se sintió retratarla?
Y, me dio un poco de susto, por supuesto. Pero la relación con Sara era tan amable, y ella era divertida, colaboradora. Así como era bravísima en las cuestiones donde tenía que pelearla, para esto fue amorosa. Habíamos quedado en que íbamos a hacer esas fotos (que luego usaba para sus cuestiones personales), vino a mi estudio, charlamos, tomamos algo, fue lindísimo. Y siempre que las usaba (en alguna publicación, por ejemplo), me lo comentaba y me decía lo mucho que le gustaban. Un lujo para mí.
- ¿Compartían visión acerca de cómo retratar?
Sí, totalmente. Y lo más importante, como a cualquier retratista, a ella le gustaba la gente, tenía una facilidad natural para conectar. Yo considero que eso es central a la hora de fotografiar. En mi Instagram dice: soy retratista, el mejor paisaje es una persona. Creo que es algo que compartimos con todos y todas las que nos dedicamos a esto, más allá de las diferencias estéticas.
- ¿Tenés alguna anécdota de Sara y María Elena?
Una vez le hice un chiste a Sara, hablando de eso, de toda esa brillantez junta que tenían ambas, y me contestó que ella no era tan conocida, que lo suyo era más discreto, que, por el contrario, María Elena no podía ni subir al ascensor sin que los admiradores le dijeran algo. Dijo "es como estar casada con un Beatle", me pareció genial.