Que un duelo dura dos años y que un femicidio es un “crimen pasional” son dos mentiras. Una tiene que ver con un proceso primordialmente personal y, la otra, con una discusión social y política, dos niveles que se mezclan constantemente pese a que nuestro pensamiento tienda a fragmentar la vida en áreas irreconciliables. Un hombre llamado Ernesto Narcisi mató a su madre cuando el amarillismo desbordaba los diarios y Mara Ávila tardó cerca de 10 años en poner su dolor sobre la mesa. Lo hizo con un documental, una pieza de visible carácter político y creada para hacerse pública.
“Soy Mara, una porteña de clase media que decidió hacer un documental sobre el femicidio de su mamá, María Elena Gómez (Miss Mariela) que fue asesinada en Buenos Aires el 19 de julio de 2005”, dice la comunicadora al comienzo de Femicidio: un caso, múltiples luchas. El film fue nada menos que su tesina de grado y la reconstrucción, en primera persona, de un caso altamente mediatizado en una época en que la figura del femicidio no existía en el Código Penal y los medios no sugerían llamar al 144 en caso de sufrir violencia.
Mara explica que no quiere “victimizarse” pero resalta, sobre todo, que “está bueno poder contar lo que nos pasa para ayudar”. A cinco años de publicada su primera película, estrenó este año Mover (lo que no se ve), en la cual retoma la cuestión del duelo y cómo procesamos las emociones en general. “Al día de hoy yo sigo trabajando sobre mi salud mental, sobre mis emociones, y sobre todo entendí que esos traumas se alojan en el cuerpo”, explica en diálogo con Diario Con Vos.
“Los otros días le tuve que decir a mi psicóloga 'por favor, armame un mensaje para que me dejen de decir ¿por qué te cuesta tanto el tema de tu mamá?'. Porque la gente (me dice) 'ay, ¿todavía?' Y sí, todavía sí, porque era mi mamá, a ver. Y además porque tenía un vínculo muy cercano”, profundiza. Una pregunta que aparece en sus películas es, precisamente, “cuánto tiempo lleva el duelo”. Para ella, podría llegar a “durar toda la vida”.
“¿Por qué no hablamos de lo que nos hace mal?” es otra pregunta que atraviesa toda Femicidio. Mara supo cómo se enteró su familia del asesinato de su madre recién en plena filmación, al sentarse a la mesa de su tía para que le contara cómo vivió ese día. Estaban en casa del abuelo, mirando Crónica, cuando el canal anunció el asesinato de una mujer de 53 años en Puerto Madero y su primo reconoció que el que estaba en la pantalla era “el coche de la tía”.
Me sorprende cómo ciertos episodios en la vida de una familia pueden ser tan traumáticos y cómo se puede hablar tan poco de eso.
Los primeros años, según narra Mara en el documental, estuvieron caracterizados por “un gran dolor, una gran soledad y una gran bronca”. Y, sobre todo, “una suerte de intolerancia a la falta de empatía, porque la gente quiere ver cosas lindas: las fotos que más likes tienen son las de mi gata en Facebook. La gente no quiere que le digas en la cara que la vida es una mierda, que te mataron a tu mamá, que vos estás hecha mierda”.

El silencio que la comunicadora encontró dentro de su familia era igual de ensordecedor hacia afuera. Y, cuando no, lo rellenaron los medios. De hecho, la noticia del crimen salió en Crónica TV antes de que Mara recibiera un llamado de la Prefectura para informarle lo que había pasado. “Discusión y puñaladas”, "Sangriento drama pasional en el coqueto Puerto Madero", “Pasión y muerte”, rezaban los titulares de las notas que no tenían ningún reparo en mostrar imágenes sangrientas y altamente revictimizantes.
Frente a semejante cobertura, Mara consideró que merecía ejercer el derecho a réplica. “Naturalmente que sí habilité un diálogo”, pondera hoy.
Derecho a réplica
María Elena Gómez era profesora de inglés y sus estudiantes la llamaban cariñosamente Miss Mariela. Había estudiado “de grande”, tras separarse del padre de Mara, y salió tres meses con Ernesto Narcisi antes de que éste la asesinara. Mariela estaba intentando dejarlo porque él ya le había demostrado ser un violento, cosa que Mara recién supo cuando se propuso hacer el documental.
El juicio se hizo casi dos años después del femicidio, en mayo de 2007. Mara participó como testigo y querellante y, en el documental, reconstruye la situación recorriendo la sala donde se produjo la audiencia, en el Palacio de Tribunales. La causa había sido caratulada como “homicidio simple”, delito para el cual se prevé una pena de entre 8 y 25 años. A Narcisi le dieron 9 y se los bajaron a 8 tras la apelación de su defensa: hace rato salió en libertad.
El film documenta, además, las visitas de su realizadora a la hemeroteca de la Biblioteca Nacional, donde aún viven los registros de “dramas pasionales” en las secciones policiales. “Fue bastante impactante porque no sabía que había tenido esa cobertura, ni siquiera que había salido en la tapa, de una manera terrible y completamente amarillista”, evalúa Mara en una de esas escenas.

Aparte de con el documental, contestó a los medios con dos ponencias: “El femicidio de María Elena Gómez: mi derecho a réplica, como hija de la víctima” (2014) y “Del crimen pasional al femicidio: análisis en diacronía del caso mi madre (2005) y del de la joven Agustina (2015), ambas apuñaladas en Puerto Madero” (2015). En el primero de los documentos, analiza el morbo, el amarillismo y la misoginia que colmaron la cobertura del crimen de su madre, al punto tal que los medios aseguraron que Miss Mariela había sido apuñalada “en la vagina” cuando eso no era cierto.
“1) Mi madre fue víctima de un femicidio, no de un “drama pasional”; 2) fue apuñalada en el tórax, no en la “vagina”; 3) su femicidio no fue envuelto en torno de ningún “misterio”, fue el corolario de una típica conducta exacerbada de violencia de género en la que el hombre se cree dueño de la mujer con la que mantiene una relación de pareja generalmente, como era el caso (esto suele conocerse como femicidio íntimo)”, concluye la comunicadora en ese registro.
En la segunda ponencia, denuncia la falta de “respeto por la víctima”, utilizada como “valor de cambio en el mercado de las noticias amarillistas”, y el hecho de que se dé a su asesinato un sentido que sólo puede resonar “en una sociedad acostumbrada a ver sangre, sin que medie reflexión alguna acerca de los contextos sociales en que dicha sangre ha sido derramada”.

Además, compara la cobertura del femicidio de su madre con la del caso de Agustina, otra mujer apuñalada por un hombre en el mismo barrio pero diez años después. Entre sus conclusiones destaca que, a pesar de la aparición, en el caso más reciente, de términos como “femicidio” y “violencia de género”, el amarillismo persiste. “Se encuentran los temas “muerte”, “sangre” y “discusión” en algunos de esos titulares, generándose así un tono “dramático” y folletinesco similar al que se generaba en los enunciados de 2005 acerca del femicidio de María Elena Gómez”.
En conversación con este medio, Mara recuerda que, varios años más tarde, Crónica quiso darle lugar a su testimonio luego de que ella denunciara su cobertura misógina en Twitter. “Una periodista mujer me contactó con un flaco que con buena voluntad me hizo una nota, pero siempre está esa búsqueda del morbo, de lo que vende. Creo que en tanto y en cuanto los medios de comunicación sean empresas que buscan el lucro es medio difícil que se modifiquen estas cuestiones”. En ese sentido, valora la reciente aprobación de la Ley Ingrid en México, una norma que busca sancionar a quien filtre o difunda imágenes de víctimas.
"La sociedad también necesitó tiempo"
“Llega un momento en que si (el dolor) no se resuelve no se puede avanzar, entonces hay que transformarlo” dice su voz mientras la cámara la muestra pintando. También baila. Hizo su documental aún contra los seres queridos que le decían que le haría mal hurgar en el tema. “Creo que fue decirles en la cara ‘bueno, es hora de que hablemos de esto’. Y no es tanto una genialidad mía, sino también algo que fue acompañado por la sociedad en su conjunto, así que en ese sentido me parece que hubo buen timing. Nada es casual”.
“Recién en 2010 mis amigas de Sociales, que eran estudiantes de mamá y también son activistas, me dijeron ‘Mirá, che, lo de tu mamá fue un femicidio’. La sociedad también necesitó tiempo para darle nombre a estas violencias”, detalla la comunicadora. Sin embargo, no cree que esos “avances” sean absolutos ni indestructibles.
En este momento hay una política deliberada de borrarnos del mapa, de echar por tierra con todos nuestros logros.
En concreto, cuestiona el hecho de que “parecería que necesitamos del Sistema Judicial para que haya ciertos hitos que vayan dejando sentado precedente, que siempre tenemos que estar probando todo”, aunque considera que esos “hitos” sirven como parte de un marco legal con el que defendernos. “En ese sentido, creo que tengo que hablar de este gobierno, porque parecería que en este momento hay una política deliberada de borrarnos del mapa, de echar por tierra con todos nuestros logros y todos estos pequeños hitos”, añade.
La vida después de Femicidio
Como cineasta, Mara ve con gran preocupación el desmantelamiento del INCAA y el desfinanciamiento de los proyectos fílmicos. “Me parece muy importante destacar que lo que está en juego, una vez más, son las fuentes de trabajo, y realmente la situación que están viviendo muchas cineastas, directoras, técnicas y técnicos es bastante dura”. En ese sentido, resalta que Femicidio fue “declarada de interés cultural y educativo”, que “la pasaron en un montón de escuelas” y que no hubiera sido posible sin el apoyo del Instituto.

Dicho esto, subraya la importancia de “recuperar ni más ni menos que nuestra humanidad”, apelando a “la horizontalidad y lo colectivo” por encima de “los egos”. Son esos lazos con las demás los que permitirán “hablar y habilitar el diálogo sobre las cosas que nos causan dolor, las tragedias y los dramas”, ya sea el atravesamiento de un duelo o de una situación de violencia en primera persona.
Aunque sigue dedicándose al cine, su principal fuente de ingresos son las clases de inglés. En la película, su manejo prácticamente nativo del idioma queda permanentemente a la vista. “Todos los días estoy en contacto con mi mamá, básicamente con lo que ella me enseñó. Yo aprendí (el idioma) de chiquitita, a los cinco años creo que rendí mi primer examen, y a veces siento que es como la lengua de mis emociones”.

Se ríe al reconocer que es un idioma que no tiene “muy buena prensa” en los ámbitos en los que se mueve, donde muchos lo verán como la lengua del “imperialismo y la globalización”. “Pero bueno, la verdad es que es una lengua que me gusta mucho y me parece que, más allá de ciertas cuestiones materiales que mi mamá me dejó con tanto trabajo, me dejó también la profesión”.
Otra forma de encontrarse con su madre se la dan las mariposas, figura con la que suele decorar los carteles que reclaman memoria y justicia por Miss Mariela. En Femicidio, Mara lo expresa precisamente en inglés: Whenever I see a butterfly, I think of mom.
Si sos víctima o conocés a alguien que sufra violencia de género llamá al 144 las 24 horas.