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Opinión

Una visión del Peronismo en su Laberinto

peronismo
Por Alejo Ríos |Fundador de "La Runfla Radical"

Vivo en un pequeño y modesto PH. Este se compone de un terreno grande, recorrido por un pasillo que conecta todas las unidades desde la puerta de la calle hasta el fondo. Frente a mi puerta, desde que me mudé, hay una obra en marcha. Se trata de un proyecto ambicioso de un propietario que está reformando su vivienda, la más grande de este “conventillo de mierda”, para, según él, pasar sus últimos años allí.

En este contexto, los días de semana, incluidos los sábados, están llenos de ruidos de máquinas y de los constantes conflictos entre los trabajadores de la obra. El ambiente laboral es, sin duda, muy tóxico. No se llevan bien y, por lo que escucho desde mi casa, tienen muchas internas.

Una de esas internas que llamó mi atención, de manera sorprendente, fue sobre el peronismo. Al escucharla, presté más atención. “Boludo, el pendejo de la provincia no puede ser desagradecido con Cristina; sin ella no hubiese llegado a nada”, exclamaba uno de ellos, a quien los demás apodan “El Tejón”. “Eso es una boludez, el chabón ya maneja su agenda y la jefa tiene que encarar para el sur y dejarse de joder, amigo”, le respondía otro, al que no logré identificar.

La discusión continuó, y realmente captó toda mi atención. Pasaron los días y, volviendo del trabajo, vi que la puerta de la obra estaba abierta. Como una vieja chusma, eché un vistazo y los vi en ronda, sentados en baldes de ceresita, comiendo unos sándwiches. Suelo ser desubicado, pero aquí me lucí: fue una verdadera masterclass de invasión del espacio personal. Respiré hondo y toqué la puerta.

“¿Quién es?”, preguntaron desde dentro. “Soy el vecino de acá enfrente”, respondí. “¿Pibe, pasa algo?”, me replicaron. “En concreto, nada. No quiero ser desubicado, pero hace unos días los escuché hablar de un tema que me interesa y quisiera hacerles unas preguntas”, contesté. De repente, silencio. “Espero que no sea nada relacionado con nuestro capataz, ¿no?”. Ante eso, fui sincero: “La verdad, su relación con el capataz me da lo mismo. Solo que los escuché hablando de Cristina y Kicillof, y me sorprendió que estén tan al tanto del tema”. Nuevamente, silencio. Al instante, oí unos pasos y la puerta se abrió. Me invitaron a entrar, y el diálogo fluyó.

Me contaron que no eran peronistas, ni les interesaba la política. Pero en su barrio, todo el mundo hablaba del tema. Son de Laferrere, un barrio del inmenso Partido de La Matanza, el corazón del conurbano bonaerense. “El Tejón” comentó que su hijo asiste a un comedor donde la JP tiene un trabajo consolidado, y que allí conversa con otros padres preocupados por el tema. Sí, así como lo lee, preocupados. Hice hincapié en este punto, y me relató que desde que era chico siempre hubo el mismo interés. “Cuando tenía 7, iba al mismo comedor y mi papá hablaba con los demás de ‘Menem - Cafiero’. Con los años, se transformó en ‘Duhalde - Menem’. Más tarde, ‘Kirchner - Duhalde’, y ahora esto. Pero siempre ‘el Beto’ (haciendo referencia al gran barón de La Matanza, Balestrini) organizaba todo. Hoy no nos organiza nadie”, me aseguró “El Tejón”. Terminamos la charla, nos agradecimos mutuamente, y volvimos a nuestras rutinas, como si hubiéramos hablado en un universo paralelo a la realidad.

Yo peronista no soy y mucho menos gorila. Si es la primera vez que aparece por acá, le comento que tengo una relación amorosa, toxica y nostálgica con el radicalismo. Pero, en esta oportunidad, me voy a tomar el atrevimiento de expresar unas líneas de lo que se podría interpretar desde afuera del mito justicialista.

peron balbín

Sin duda, el mito de la mayoría virtual del peronismo es un sesgo que parece estéril, pero que sigue ahí, acaparando la interacción en los lazos sociales que aún pueden avizorarse en la sociedad. Y es que el peronismo no es simplemente una organización ni se caracteriza por un pensamiento único. Es un espacio que se concibe a sí mismo como un movimiento, respaldado por una historia rica en identidad y reconfiguraciones ideológicas. Pero también es un partido. Y en su organización burocrática no hay lugar para que un sector predomine sobre otro. Su mayor fortaleza reside en el pragmatismo, el gran legado político del General: permitir que coexistan diferentes matices, formas, visiones, rituales e incluso principios ideológicos, sin que ninguno prevalezca por sobre los demás.

Es tan extraordinaria la capacidad de adaptabilidad ideológica del justicialismo que incluso sus principios doctrinarios fundamentales admiten diversas interpretaciones. Por eso, cuando alguna corriente intenta imponer su visión, el peronismo tiende a fragmentarse, como lo demuestra la actualidad.

Desde mi perspectiva, hay aún mucho jugo por exprimir en esta crisis que enfrenta el justicialismo. La vuelta de CFK ya no tiene el tono de “épica” que la caracterizaba. Aunque conserva una mayoría considerable y un liderazgo indiscutido entre sus adherentes, sus bases ya no la ven como ese aire fresco que marcó los primeros pasos del kirchnerismo dentro del peronismo y en el país a principios de este siglo.

Cristina lanzó su propuesta de “enderezar y ordenar” en un intento desesperado por rescatar a un peronismo hundido en una de sus peores crisis de poder y representación, luego de ser barrido por el tsunami libertario, consecuencia directa del fracaso rotundo del gobierno que ella misma conformó con Alberto Fernández y Sergio Massa.

cristina kirchner undav

Sin embargo, no hay una contrafuerza clara en el horizonte. El aventurero Quintela representa un intento desesperado del peronismo federal por reformular su estrategia ante la agresiva política fiscal que el gobierno central está implementando con las provincias. Las autocracias de Jaldo y Jalil preocupan a los demás gobernadores peronistas. Mayor diversificación implica menos poder político y territorial para reclamar los fondos coparticipables, de los que dependen las “quebradas” provincias del norte.

“Hoy no nos organiza nadie”. Esa frase de “El Tejón” creo que sintetiza la praxis del justicialismo en estos tiempos. Es una disputa entre la nostalgia de quienes alguna vez lograron traccionar el movimiento y los manotazos de ahogado de un gobernador con serios problemas de gestión en su provincia.

Como dijo Jorge Luis Borges, “el peronismo no es ni bueno ni malo, simplemente es eterno”. En esta sentencia, Borges, con su habitual ironía, revela una verdad ineludible: el peronismo tiene una asombrosa capacidad de perpetuarse, pero su eternidad depende de su habilidad para reinventarse.

Así de simple es el problema. Al igual que el radicalismo, el peronismo enfrenta, más que una crisis de poder, una crisis existencial. Su supervivencia dependerá de su capacidad para reconectar con su base, de escuchar a quienes dice representar, y de volver a ser un movimiento que pueda abrazar la diversidad sin perder su esencia.

Como la historia lo ha demostrado, cada vez que el peronismo se ha fragmentado, ha perdido. La gran pregunta es si podrá encontrar nuevamente su camino o si esta vez, sus divisiones lo arrastrarán hacia una decadencia irreversible.

Por Alejo Ríos (@larunflaradical)

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