No soy corto de palabras pero, ¿cómo cuento esto? Lo que es seguro es que lo voy a contar desde el miedo. Intentaré ser lo menos visceral posible y no quedarme solo en el hecho “policial”, del que no sé nada, solo fui un “testigo auditivo”: Un tiroteo de casi 30 minutos, con mucho más de un centenar de disparos de pistolas, escopetas y armas automáticas, eso es excesivo hasta para Rosario.
La cosa empieza más o menos así:
Los buques de gran calado pueden navegar por el Paraná, con independencia de las bajantes (con alguna muy poco frecuente excepción) hasta ese Frankenstein llamado Ente Puerto Rosario. Durante el mendezmismo el control de los puertos y la navegación de los ríos fue entregada a manos privadas. El escaso (casi nulo) control estatal, el altísimo volumen de sus exportaciones y su estratégica ubicación puso a Rosario entre los cuatro puertos más importantes para el tráfico de drogas. Rotterdam y Amberes encabezan la lista y son receptores, luego vienen Guayaquil y Rosario como exportadores.
Aquí no existe una clase de “empresarios” dedicados exclusivamente a la exportación de drogas ilícitas, para contar las excepciones alcanzan los dedos de la mano y esos ya están todos muertos o engayolados. Acá impera una mezcla promiscua aceitada por los millones de la exportación sojera. Mezcla promiscua entre empresarios (no voy a decir inescrupulosos porque siempre lo son, por poner algún ejemplo, la united fruit es mil veces más criminal que Pablo Escobar o Bayer que el Chapo Guzmán), sus empleados en el estado (que se suelen llamar políticos), la aristocracia judicial y los esbirros de las “fuerzas del orden”. Al no ser “empresarios” especializados deben tercerizar la “fuerza laboral”, ahí entran en escena grupos marginales como Los monos o El clan Ungaro. El pago por los servicios prestados se hace en especies y una ingente cantidad de cocaína se queda en la ciudad. Estas bandas hicieron del menudeo y la violencia su profesión.

Hace 12 años estas bandas de marginales fueron descabezadas, ya sea porque dejaron de ser funcionales, por que se volvieron peligrosas por el exceso de exposición, por morder la mano del amo o, como plantean algunos investigadores, porque la división judiciales de la policía de Santa Fé se quiso quedar con esa porción del pastel.
Esto derivó en la atomización de los grupos y una situación en que las alianzas y enfrentamientos entre las bandas y el narcoestado paralelo mutan permanentemente.
Lo de hoy
Volvíamos con la flia de comer unas pizzas en Pichincha, zona cercana al centro. Veníamos comentando que los retenes, tan habituales, habían desaparecido en los últimos días. Como el caballo del lechero rumbeé para casa sin tener en cuenta que tenía que llevar a mami a Fisherton, así que desvié por calles secundarias, entre Echesortu y Azcuénaga. Ahí empezamos a ver cosas raras. Camionetas y autos de la policía subidos a las veredas, con las luces apagadas, en conos de sombra o justo donde una luminaria no funcionaba. Patrulleros lancheando pero con las luces rojas y azules apagadas. Una camioneta sin señas cortando una calle. Muy raro y siniestro todo. Dejamos a mami en Fisherton, en la zona cheta, al girar por adentro para retomar Eva Perón, otra camioneta policial y tropa escondida entre la vegetación y las vías. Volvimos mirando para todos lados.
Llegamos a casa antes de las 12 de la noche. Unos minutos después se escuchó un tiroteo, aparentemente en la zona noreste, tiros de escopeta y armas cortas por dos o tres minutos. No puedo precisar la distancia, no era cerca pero tampoco tan lejos. Después silencio. Mientras lo comentábamos al norte se armó la de San Quintín. Muchos tiros, muchos y ráfagas de armas automáticas. Lo siguió el sonido de autos acelerados y lo que parecían intercambios breves de disparos desde diversas direcciones. A las 12:30 los tiroteos habían terminado. Se escucharon sirenas policiales durante un poco más de media hora. Después un silencio de cementerio.

En la prensa hasta el momento nada, quizás se haga alguna mención mañana o ni eso. Si hubo muertos probablemente los hagan aparecer fuera del departamento Rosario por el tema estadístico.
Le escribo a un amigo que vive cerca de casa y conoce mucho de armas de fuego:
-¿Escuchaste?
-Terrible tiroteo.
Una mierda todo.
La solución del caso
Mí presunción de que el extraño despliegue policial y los tiroteos tenían relación con el narco estaba equivocada (o casi) pero a tono con una ciudad de pistoleros enloquecidos.
La noche del 19-20 de enero del 2025 se realizó una multitudinaria reunión de “hinchas destacados” donde iba a ser electo el nuevo jefe de la barra brava de Central después del homicidio del Pillín Bracamonte, su anterior lider por 25 años y de su segundo, el Rana Atardo, en un operativo de claro tinte sicario el 10 de noviembre del 2024. Pillín, si bien nunca integró Los monos, siempre fue su aliado.
El despliegue policial era en prevención de que la turbia asamblea derivara en batalla campal, recordemos que las barras bravas de Central y de Newell's funcionan como franquicias para la venta de drogas. La locura desatada de balazos fue el festejo por la coronación del nuevo jefe, El Laucha (su nombre y apellido se mantienen en el misterio). Este Laucha, apuntan los conocedores de la dinámica del delito en Rosario, fue impuesto por La banda de los menores, el ultraviolento grupo que es enemigo acérrimo de Los monos.

La desaparición de los retenes no tenía relación aparente con el asunto.
Insisto, una mierda todo.
La primera y segunda parte las escribí anoche, minutos después de las balaceras, la solución hace unos momentos.