Esta semana, el delito de trata de personas con fines de explotación sexual volvió a ser noticia luego de que una mujer lograra escapar saltando del primer piso de un edificio. Al ser asistida, explicó que su pareja, un cirujano plástico sanjuanino identificado como Fabian Peláez, la prostituía. Un hecho que cobró trascendencia pública y podría parecer aislado, pero que es, en realidad, parte de un modus operandi altamente habitual.
Esta mañana, la Policía de la Ciudad allanó el departamento de Peláez, mientras su víctima se recupera para declarar en Cámara Gesell próximamente. En paralelo, existe un juicio en curso, en la misma Ciudad y por un hecho altamente similar. Desde febrero, se retomarán las audiencias por el caso de María Saucedo, una mujer a quien su pareja también explotó sexualmente en CABA.
Y, en el plano internacional, aún resuenan las repercusiones de las sucesivas violaciones orquestadas por Dominique Pelicot contra su propia esposa, Gisèle. El pasado 19 de diciembre, la Justicia francesa condenó a los 51 violadores identificados de entre los más de 70 que, se estima, perpetraron las agresiones tras ser contactados por Dominique a través de internet. También en este caso fue la propia pareja de la víctima quien se encargó de someterla a repetidas agresiones sexuales por parte de terceros, los cuales fueron reconocidos como responsables del delito de violación en sí mismos y recibieron penas de entre 3 y 20 años de cárcel.

Los discursos institucionales y el tratamiento que se da a las noticias sobre trata de personas, sumados a la normalización de la prostitución y las maniobras de los proxenetas para no ser identificados, llevaron a que veamos al fenómeno de la explotación sexual como una especie de flagelo aislado que cada tanto impresiona con la noticia morbosa de turno. Pero son varias las investigaciones que demuestran que, en realidad, se trata de una actividad que funciona como una industria, coordinada globalmente y que se vale de metodologías similares en todas partes.
El propio acto de convertir a la pareja en víctima de la explotación sexual es una de las grandes modalidades que utilizan los tratantes para captar “mercancía”, como suelen llamar a las mujeres prostituidas. Se suma a las ofertas laborales engañosas, la romantización de la prostitución como manera de ganar altas sumas de dinero en poco tiempo y la captación más drástica por secuestro o “entrega” por parte de un familiar o conocido.
"Le decía que era lo mejor que me había pasado en la vida": el enamoramiento como táctica para la explotación sexual
En su investigación Esclavas del poder: un viaje al corazón de la trata sexual de mujeres y niñas en el mundo, la mexicana Lydia Cacho demostró la repetición de esta modalidad de captación para la explotación sexual en varios países del mundo, donde los explotadores operan de formas llamativamente similares pese a las distancias geográficas y culturales.
Cacho explica, por ejemplo, que muchos proxenetas “aprendices” acuden a otros con mayor experiencia y que buena parte de lo que les enseñan consiste en “la forma de conseguir a las mujeres, la forma de convencerlas para que trabajen en la prostitución y entreguen el dinero que ganen a su padrote (proxeneta), y la forma de mantenerlas ‘comiendo de tu mano’, es decir, controladas”.

En diálogo con este medio, la denunciante María Saucedo relató cómo el hombre que la explotó sexualmente sostuvo por largo tiempo una serie de maniobras de seducción y convencimiento, simplemente iniciando una relación de pareja. Le llevaba regalos y enviaba mensajes afectuosos, e incluso fingió una enfermedad para conmoverla. “Ellos no se enamoran, pero ellas sí. Las mujeres piensan que existe una relación afectiva, pero a los padrotes sólo les interesa la relación de explotación”, grafica Cacho.
En ese sentido, la autora retoma el trabajo de Óscar Montiel Torres titulado “Trata de personas: padrotes, iniciación y modus operandi”, en el cual el escritor comparte una serie de entrevistas a tratantes mexicanos. Uno de ellos, apodado “el Compa”, aseguraba lo siguiente: “Cuando andas buscando mercancía se sufre, pero una vez que robas algo, debes ser bien astuto (…) No debes dejarlas pensar, no hay que dejarlas ni respirar. (…) Una vez anduve con una chava bien guapa que se enamoró bien rápido (…) Le decía que era lo mejor que me había pasado en la vida, que me gustaría darle muchos lujos”.
“Después de que la chava acepta irse a vivir contigo -continuaba el proxeneta- la tienes que empezar a trabajar. La tienes que convencer de que su futuro está en otro lado”. A continuación, el entrevisado puso por ejemplo inventarles a las víctimas que consiguió trabajo en otra ciudad, así, “cuando llegan a un lugar que ni conocen, como no se saben ni mover, las empiezas a hacer que dependan de ti para todo”.

Normalmente, cuando la pareja ya convive, el hombre empieza a mostrarse afectado por no estar yéndole bien en el trabajo. Ahí es cuando, de a poco, la idea de la prostitución se empieza a colar en las conversaciones. Primero es una sugerencia sutil, algo que hace la esposa de un amigo al que le va muy bien. Después empieza el trabajo de convencimiento más directo hasta llegar al punto en que el discurso del proxeneta dio resultado y la mujer ya está “dispuesta a todo, por amor”.
Una vez dentro de la explotación sexual, la lógica de sujeción continúa. Muchos explotadores utilizan el recurso de culpabilización de la víctima, como ser decirles que ellas se metieron ahí por su propia cuenta y que “trabajan” porque quieren. En muchos casos, los proxenetas emplean amenazas más directas, o se apoyan en la vulnerabilidad económica de su víctima y la carencia de opciones, o utilizan todas las variantes a la vez.
En el caso de Saucedo, por ejemplo, como ella no cedió ante los intentos de su pareja para convencerla, el hombre comenzó a golpearla y amenazarla con un arma. Además, ella había perdido su trabajo y él la había endeudado y aislado de sus círculos familiares y amistosos, lo cual reforzó su vulnerabilidad.
Los roles de género, el terreno sobre el que actúan los proxenetas
Los métodos de seducción y enamoramiento para la explotación sexual suelen ser altamente capciosos porque por lo general no se diferencian de las formas habituales de encarar una relación de pareja heterosexual. En esta línea, Cacho resalta que el trabajo de los proxenetas se monta sobre toda una estructura social preexistente, que impone un rol determinado a las mujeres y otro a los varones.
En sus palabras: “Cuando los proxenetas buscan ‘mercancía’, esta somatización de la dominación ya ha ocurrido; se trata de un proceso en el que participan hombres y mujeres, muertos y vivos, que han configurado históricamente las concepciones del ‘ser hombre’ y el ‘ser mujer’. Este hábito interiorizado e incorporado en las creencias de los individuos y en su vida cotidiana es el terreno sobre el cual actúan los proxenetas”.
Tras su extensa investigación, la autora concluye que el universo de la prostitución, lejos de la sumatoria de casos aislados que vemos cada tanto, es una industria de dimensiones globales inherentemente ligada a la trata de personas, sin la cual no podría alcanzarse a cubrir la inmensa demanda de mujeres para satisfacer a unos hombres y enriquecer a otros.
En ese sentido, Cacho destaca el rol fundamental del llamado “cliente”, “putero” o “prostituyente”, de quien surge el financiamiento que hace altamente rentable el “negocio” de los proxenetas. La trata de personas con fines de explotación sexual califica entre los delitos más lucrativos del mundo precisamente gracias a quienes demandan cuerpos que consumir.