Un asteroide espacial con una potencia destructiva equivalente a 500 bombas de Hiroshima podría impactar contra la Tierra en 2032. Aunque la probabilidad de que eso ocurra es apenas del 1,6 %, los expertos ya trabajan en estrategias de defensa para mitigar cualquier posible riesgo.
Detectado por primera vez el 27 de diciembre de 2024 en el Observatorio El Sauce en Chile, el asteroide 2024 YR4 mide entre 40 y 90 metros de ancho y sigue una órbita altamente elíptica que lo trae cerca de la Tierra cada cuatro años. Si bien su próximo acercamiento será en 2028, los cálculos actuales indican que el 22 de diciembre de 2032 podría convertirse en una amenaza real.
Ante la posibilidad de impacto, la Red Internacional de Alerta de Asteroides (IAWN) emitió un comunicado clasificándolo en el nivel 3 de la escala de impacto de Torino. Esto activó protocolos de defensa planetaria que incluyen la posible intervención de la ONU y la planificación de misiones de desvío.

El Grupo Asesor de Planificación de Misiones Espaciales (SMPAG), liderado por la Agencia Espacial Europea (ESA), se reunirá en Viena para evaluar las opciones. Entre las estrategias en análisis figura el uso de un impactador cinético, similar a la misión DART de la NASA en 2022, que logró modificar la trayectoria del asteroide Dimorphos.
¿Qué pasaría si impacta el asteroide?
De concretarse el impacto, los puntos de colisión más probables incluyen el este del Océano Pacífico, Sudamérica, el Atlántico, África y Asia del Sur. Un evento de esta magnitud generaría una explosión en la atmósfera, liberando una energía de aproximadamente ocho megatones de TNT. En un entorno urbano, esto equivaldría a la destrucción total de una ciudad entera y sus alrededores.

El antecedente más cercano es el Evento de Tunguska en 1908, cuando un objeto de tamaño similar explotó sobre Siberia, arrasando 2.000 kilómetros cuadrados de bosque.
Tranquilidad, pero sin bajar la guardia por el asteroide
Los científicos aseguran que, aunque las probabilidades son bajas, la vigilancia constante es clave. “Las probabilidades son altas de que no impacte la Tierra y, con nuevas observaciones, ese riesgo probablemente se reduzca a cero”, explicó Bruce Betts, de La Sociedad Planetaria.

Mientras tanto, el mundo sigue atento a la evolución de los estudios, confiando en que la ciencia pueda anticiparse a una amenaza que, aunque lejana, no deja de ser inquietante.