Para los argentinos, la parrilla no es solo un elemento de cocina: es un emblema de reunión, tradición y fiesta. Desde un asado en familia hasta una juntada con amigos, el ritual del fuego tiene un lugar sagrado en nuestra cultura. Pero cuando se estrena una parrilla nueva, hay un paso fundamental que muchos desconocen: hay que "curarla" antes de usarla.
Este truco lo revela el parrillero de Donde Manda Capitán, el bodegón que muchos consideran la mejor parrilla de Buenos Aires. Ubicado en la esquina de Av. Díaz Vélez y Olaya, a metros del Parque Centenario, este clásico porteño sabe bien de asados.
El maestro parrillero de Donde Manda Capitán sostuvo que todas las parrillas nuevas vienen impecables, pero para mejorar su presentación muchas veces las pintan con pintura sintética común. El problema es que ese material es tóxico y no se puede cocinar sobre eso.

¿Qué hay que hacer entonces con la parrilla?
Apenas la comprás, el primer paso es prender un buen fuego con leña o carbón y dejar que las llamas hagan su trabajo. Hay que quemar toda la pintura hasta que desaparezca. Una vez que el metal queda limpio, se recomienda pasarle un cepillo de acero o un trapo seco. Para sellar la superficie y darle una protección extra, se le puede frotar grasa o aceite.

Este proceso no solo elimina sustancias tóxicas, sino que también genera una capa antiadherente natural que facilitará la cocción y la limpieza. Así que si estás por estrenar parrilla, ya sabés: un buen curado es el primer paso para que el asado salga como dios manda.
