Si buscás el destino de tu próxima escapada, a solo 164 kilómetros de la Ciudad de Buenos Aires existe un pequeño pueblo donde el tiempo parece haberse detenido. Sus calles de tierra, su ritmo pausado y su ambiente tranquilo lo convierten en una opción ideal para quienes buscan alejarse del ruido de la ciudad y conectar con la calma del interior bonaerense. Pero lo que hace verdaderamente especial a este lugar no es solo su belleza, sino la historia de renacimiento que lo acompaña.
Este pueblo estuvo al borde de convertirse en un "pueblo fantasma" después de que su principal fuente de trabajo cerrara sus puertas en 2001. Con el cierre de la fábrica que le daba vida, muchos de sus habitantes emigraron en busca de nuevas oportunidades, dejando atrás un paisaje desolador de edificios abandonados y calles vacías. Sin embargo, los vecinos que decidieron quedarse no se resignaron a la desaparición de su hogar y comenzaron a gestar una iniciativa para devolverle la vida.
Fue así como surgieron distintas iniciativas comunitarias que buscaron revitalizar el pueblo, entre ellas una cooperativa con fines turísticos que rescató un antiguo hotel y lo transformó en el epicentro de la reactivación local. Hoy, este hospedaje no solo recibe a quienes lo eligen para una escapada de fin de semana, sino que también funciona como un espacio de encuentro, cultura y gastronomía regional. Además, recorriendo unos pocos kilómetros se llega a las calmas playas sobre el Río de la Plata.

Pipinas: el pueblo que resurgió gracias a sus vecinos
Este pequeño y pintoresco rincón bonaerense es Pipinas, ubicado en el Partido de Punta Indio y a poco más de 160 km de CABA, lo que lo vuelve idóneo para una escapada. Su historia se remonta a 1913, cuando nació como una localidad ferroviaria, pero su verdadero auge llegó en 1938 con la instalación de una fábrica de cemento que impulsó su desarrollo económico y social. Durante décadas, la fábrica fue el corazón del pueblo, generando empleo y atrayendo familias que encontraron allí su hogar.
Todo cambió en 2001, cuando la crisis económica obligó al cierre de la planta y dejó sin trabajo a la mayoría de los habitantes. La población disminuyó drásticamente y el abandono comenzó a apoderarse del lugar. No obstante, la iniciativa de la comunidad logró revertir el destino del pueblo y transformar la adversidad en una oportunidad.

Hotel Pipinas Viva: historia y alojamiento
Uno de los pilares de esta reconstrucción fue la creación de la Cooperativa Pipinas Viva en 2003, formada por vecinos comprometidos con la recuperación del pueblo. El proyecto más emblemático de esta iniciativa fue la puesta en valor del antiguo hotel de la fábrica, que hoy funciona como hospedaje y centro cultural.

El Hotel Pipinas Viva ofrece una experiencia auténtica para quienes buscan una escapada de fin de semana o incluso una estadía mayor, con habitaciones sencillas pero acogedoras que respetan la estructura original del edificio. Además, cuenta con un restaurante donde se pueden degustar platos caseros elaborados con ingredientes frescos y de producción local.
Pero más allá del alojamiento, el espacio también se ha convertido en un punto de encuentro para la cultura y la historia del lugar, con talleres, eventos y actividades que buscan mantener viva la identidad del pueblo.

Caminatas, avistaje de aves y paseos: qué hacer durante una escapada al Hotel Pipinas Viva
El hotel dispone de 16 habitaciones con baño privado, con opciones individuales, dobles, triples y familiares, sumando una capacidad total de 50 plazas. Su restaurante ofrece un menú casero con sabores tradicionales que reflejan la esencia del pueblo. Además, la cooperativa organiza actividades al aire libre, como caminatas, bicicleteadas, avistaje de aves y recorridos históricos.
Visitar Pipinas es mucho más que una escapada de fin de semana: es una oportunidad para conocer una historia de esfuerzo y perseverancia, disfrutar de la tranquilidad de un pueblo con identidad propia y vivir una experiencia distinta en el corazón de la provincia de Buenos Aires.