Una enorme esvástica pintada en la cortina de su local encontraron los trabajadores del Centro Cultural y Café La Plapla, ubicado en una amplia ochava de Caballito Norte, durante la mañana del sábado 15 de marzo. Fue como una campanada fría para el barrio. ¿Sería una amenaza, una marca o una campaña? ¿Era para amedrentar a los migrantes, a los pueblos originarios o a los judíos? ¿Era premeditadamente contra ellos?
No había otros símbolos nazis por el sector, ni nadie había escuchado sobre la presencia de estos grupos. Al revisar las cámaras de seguridad, los dueños del centro cultural se encontraron con que el autor no parecía un skinhead, ni un policía de civil bajando de un oscuro Falcón. No. Las imágenes mostraban a cinco chicos, que a simple vista no aparentaban más de 15 años, que se habían detenido a hacer el rayado sin siquiera reparar en la cámara ni parar de reírse. Tras la pintada, se los veía marcharse con ese caminar pavote que caracteriza a los adolescentes.
Durante esa semana, limpiaron la cortina y pusieron la demanda, sin mucha esperanza de encontrar un culpable o una sanción. Recibieron la solidaridad del barrio, de referentes políticos, de otros centros culturales e incluso se presentó un proyecto de declaración en la Legislatura Porteña, en el que se expresaba el "más enérgico repudio" a esta "agresión cargada de odio".
Varios comuneros de Caballito se pusieron a disposición y uno relató sobre la aparición de otras esvásticas pintadas en árboles de esa misma calle. En la zona del Subte Primera Junta, recordó, solían aparecer pintadas nazis que rápidamente eran borradas o intervenidas por las organizaciones sociales de la zona.
Nadie sabía si acá habían relaciones para hacer o eran "hechos aislados". Sobrevolaba, sin embargo, la sensación de que debería hacerse algo más.
En eso pensaba cuando vi Adolescence, la serie de Netflix que llama poderosamente la atención sobre los efectos sociales de la manósfera, un ecosistema virtual hipermasculinizado que está moldeando la subjetividad de los adolescentes con mayor efectividad que la escuela o la familia.
Con una espectacular factura, la producción británica indaga en la historia de Jamie, un adolescente de 13 años detenido por el asesinato de una compañera de clase.

"Debimos haber hecho algo para detenerlo antes", reflexiona la madre de Jamie, una vez que logra conversar con su destruido esposo sobre el crimen de su hijo. La conversación es brutalmente actual:¿Cómo podrían haberse dado cuenta? ¿Se equivocaron al dejarlo estar tanto tiempo solo en su habitación frente a la computadora? ¿Deberían haberse inmiscuido más en lo que se estaba incubando en las redes sociales?
Los padres hablaban de Jamie, pero yo pensaba en esos adolescentes que se pasean por Caballito en medio de la noche jugando a ser nazis. Sin que nadie lo sepa, probablemente. Sin que nadie los pueda detener. A imagen y semejanza de todos aquellos referentes políticos que han profitado de la ruptura de la comunidad y la violencia.
En Adolescence, el hijo del policía que investiga el crimen alerta a su padre que está perdido si quiere encontrar explicaciones del crimen en la escuela o conversando con el entorno; la violencia que estalló en su realidad familiar estuvo durante largo tiempo incubándose en las redes. Allí estaba todo el odio.
En nuestra realidad, el agravante es que toda esta incubadora está avalada por un troll center estatal que dice estar avalado por la última elección y por grandes compañías multinacionales que, en nombre de la libertad de expresión, se niegan a poner límites al tipo de contenido que allí se comparte.
¿O acaso nadie ha visto las virales apropiaciones nazis que se hacen de los triunfos de la Scaloneta? ¿Ninguno de los cientos de miles que han visto las viralizaciones de "La Bestia de Calchín" puede hablar de eso fuera de manósfera ?

Si genuinamente es así y usted no sabe de qué hablamos, dese un tiempo para ver de qué se trata en la red X. Mire los números de likes y retweets. Y empecemos a abordar con total seriedad este caldo de cultivo de odio. Porque no serán Elon Musk- dueño nazi de esa red- ni su amigo Javier Milei quienes tomen a ese toro por las astas. Y si no lo hacemos hoy- tal como sucedió a los padres de Adolescence- seremos nosotros quienes mañana lloremos por haber llegado demasiado tarde.