Sándor Kocsis es recordado como uno de los delanteros más letales de la historia. Los números lo respaldan: 338 goles en 402 partidos a nivel clubes; botín de oro del Mundial de Suiza 1954, gracias a sus 11 tantos en 5 cotejos; segundo máximo artillero de la selección de Hungría, con 75 anotaciones en 68 encuentros; campeón olímpico en 1952; y un sinfín de logros más. Sin embargo, para él todo esto quedó opacado por su mala suerte con los palos en Berna, al punto tal que decidió quitarse la vida.
Nacido en 1929, en Budapest, Kocsis es "uno de los mejores centrodelanteros de todos los tiempos", según la FIFA. Era apodado como 'Cabeza de Oro' por su buen testazo. "Dicen que Kocsis fue la mejor cabeza de Europa, después de Churchill", escribió Eduardo Galeano en el libro Fútbol a Sol y Sombra.
Su palmarés no es poca cosa. Ganó la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Helsinki 1952, se consagró campeón de cuatro títulos de la Liga Húngara entre el Ferencvaros y el Honved. También consiguió con el Barcelona dos Ligas españolas, dos Copas del Rey y la Copa Europea de Ferias (lo que ahora es conocido como la Europa League). Respecto a sus distinciones individuales, el delantero húngaro fue el goleador del Mundial de Suiza 1954, marcando 11 goles en 5 partidos, y fue subcampeón tras perder la final contra Alemania Federal. Aquel partido, lamentablemente, fue el comienzo del fin para Kocsis.

Junto a Ferenc Puskás, su gran socio en el ataque, protagonizaron un equipo inolvidable, recordado como Los Magiares Mágicos. Hungría llegaba al Mundial del 54 con buenos antecedentes: la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Helsinki 1952 y una racha invicta de 31 partidos. En la primera rueda de la Copa del Mundo, la selección húngara aplastó a Alemania Federal por 8-3, con cuatro goles de Kocsis, y goleó 9-0 a Corea del Sur, con otros tres tantos del Cabeza de Oro. Ya en cuartos de final, le ganaron a Brasil 4-2, con dos anotaciones de Kocsis. Las semis con Uruguay, en tanto, terminaron con el mismo resultado que el partido anterior, con otros dos goles del delantero húngaro, ambos en el alargue.
Todo indicaba que Hungría se coronaría campeón del Mundial de Suiza. No sólo por el buen fútbol que mostró a lo largo del certamen, sino porque además lo esperaba del otro lado Alemania Federal, a quienes habían masacrado en primera ronda. Sin embargo, lo que no sabía Kocsis es que allí, en el Wankdorfstadion, comenzaría la maldición de los palos de Berna.
A los 8 minutos, Hungría ganaban dos a cero con goles de Ferenc Puskas y Zoltán Czibor. Pese a eso, su rival descontó por Max Morlock y, a los 18, el puntero derecho Helmut Rahn igualó el partido. Durante el desarrollo del encuentro, los Magiares Mágicos estrellaron dos pelotas en el palo. Finalmente, en el ocaso del cotejo, Rahn tomó un rechace de la defensa húngara, gambeteó a un rival y clavó un zurdazo bajo y esquinado, sellando la victoria alemana.

Siete años más tarde, tras la dura derrota en el Mundial de Suiza, Kocsis volvió al Wankdorfstadion de Berna. Esta vez, con la camiseta del Barcelona, disputó la final de la Copa de Campeones (lo que hoy se conoce como Champions League) frente al Benfica. El astro húngaro abrió el marcador con un testazo, pero los portugueses, entre el final del primer tiempo y el comienzo del segundo, pasaron al frente y se pusieron 3 a 1.
Kocsis comenzó a entender que la capital suiza estaba maldita para él. Un cabezazo suyo pegó en el palo. Además, su compañero y compatriota Zoltán Czibor, con quien también disputó la final del Mundial 54, estrelló una pelota en el poste. Incluso, Ladislao Kubala tuvo un remate que dio en los dos palos del arco, primero en el derecho y en el rebote en el izquierdo.
Aunque el Barcelona descontó, no fue suficiente para remontar el partido. Fue derrota por 3-2 y, una vez más, Kocsis se quedó a las puertas de la gloria en en Wankdorfstadion. "Nunca más volveré a jugar en Berna. Hoy entiendo lo que pasó en 1954. En este césped pesa una maldición contra todo húngaro que lo pise", dijo el Cabeza de Oro después del partido. "Frente a Alemania nos pasó lo mismo. Ganábamos primero y luego perdimos, tras estrellar tres tiros en los postes. No quiero jugar más aquí", añadió Czibor.

Según las crónicas de la época, Kocsis estalló en el vestuario del estadio de Berna. Entró en crisis y lloró. Se autoconvenció de que los palos del Wankdorfstadion estaban malditos. Después de este caso, se decidió que sería la última final europea con arcos con palos cuadrados, para pasar a usar los redondos que se utilizan hoy en día.
Los últimos años de vida de Kocsis
Años después, Kocsis fue diagnosticado con cáncer de estómago. Fue operado en España, pero la enfermedad volvió a aparecer. Aunque volvió a su país para ser tratado, sus compatriotas le dieron la espalda. Por este motivo decidió regresar a España. Sin poder superar la maldición de los palos de Berna, sumado a la tristeza por su enfermedad y olvido, el astro húngaro se tiró del cuarto piso de un hospital de Barcelona. Murió a los 49 años.
Actualmente, sus restos descansan en la Basílica de Budapest junto a Puskas. Muchos los recuerdan con total cariño, y añoran esas épocas lejanas en las que la selección de Hungría era pura magia. Nadie olvida los goles de Sándor Kocsis, la cabeza más brillante de Europa después de Churchill.