Los seres humanos no elegimos nacer. Nadie decide quién es su padre y su madre, cuál es su patria. Nadie elige su nombre ni qué lengua hablar. En definitiva, no elegimos existir sino que somos arrojados a la existencia. De ahí que nuestra existencia siempre sea condicionada: por el lenguaje, por la familia, el inconsciente o nuestra clase social.
Pero si desde nuestro origen somos condicionados, ¿cómo puede ser que haya espacio para la Libertad? Sobre esto quería reflexionar Jean-Paul Sartre, uno de los más destacados filósofos del siglo XX, cuando afirmó que "Cada hombre es lo que hace con lo que hicieron de él".
Es precisamente en la última parte de la frase, "lo que hicieron de él", donde Sartre se refiere a lo condicionado. Absorbemos la lengua que hablan nuestros padres, imitamos las expresiones que vemos en otros, heredamos en definitiva una cultura que ya estaba ahí antes de que nosotros lleguemos al mundo.
Y sin embargo, hay un momento de quiebre, de ruptura, en el que tenemos que hacernos cargo de eso que heredamos. Donde ya no hablamos como nos hablaron, donde ya no imitamos. Es ahí cuando debemos hacernos responsables de nosotros mismos.
Ser responsables es elegir, tomar decisiones sobre nuestra propia vida. Y es ahí donde la frase completa de Sartre toma sentido. Elegir, ser responsables, no es otra cosa que hacernos cargo de lo que nos fue dado. Tomar lo que recibimos y hacer con ello otra cosa. O dicho de otra manera, hacernos cargo de lo que otros hicieron de nosotros.
Para Sartre es esa elección la que define a los seres humanos. Porque Ser no es lo mismo que existir. La existencia es lo dado, lo que se nos impone o heredamos. Pero el Ser es una singularidad irrepetible. Solo cuando decidimos por nosotros mismos, cuando elegimos ser lo que queremos ser, lo que queremos hacer con nuestras vidas, es cuando efectivamente somos. Y eso es lo que para Sartre define al ser humano: su libertad para elegir, para emanciparse de lo dado.
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