Desde principios de abril, los carteles con los precios del pan comenzaron a cambiar en las panaderías de todo el país. El aumento ronda el 12% en promedio, por lo que el valor sugerido del kilo se ubica en los $2600. Sin embargo, en algunos puntos del país ya se cobra por encima de los $3000, y en otros, incluso, aseguran, llega a los $4000.
Detrás de este nuevo ajuste los panaderos señalan un fuerte incremento en las materias primas, especialmente en grasas y margarinas, además de subas en tarifas de gas, luz y combustibles. Todo esto ocurre en un contexto marcado por una caída del consumo que, con la caída del poder adquisitivo y los intensos calores en el verano, rondó el 30% menos.
Martín Pinto, directivo de la Cámara de Industriales Panaderos (CIPAN), explicó que la decisión se tomó como consecuencia de los “constantes aumentos que venimos sufriendo en las materias primas, los insumos, combustibles y las tarifas de los servicios públicos”.
"Lamentablemente no podemos asegurar que no vaya a haber nuevos incrementos en el corto plazo, ya que los precios no dejan de subir. Dicen que la inflación bajó, pero nuestros costos siguen aumentando día a día. Hace un año que no aumentábamos nuestros productos, pero la verdad es que ya era insostenible, queremos tratar de evitar cierres de panaderías y pérdida de fuentes de trabajo", se quejó.

La ganancia neta de una panadería ronda apenas entre el 9 y el 12%. “Eso es lo mínimo. Antes se trabajaba con un margen del 40%, que servía para renovar maquinaria, pintar el local o cambiar un vehículo. Hoy vivís para llegar al próximo mes”, lamentó en diálogo con Canal E.
También fue contundente respecto al rol del Gobierno. “Tuvimos una reunión allá por marzo, una charla muy amena, pero no pasó de eso. Ninguna solución concreta”, afirmó. Con el gobierno anterior, dijo, funcionaba la “mesa del pan”, un espacio de consenso donde participaban comerciantes, molinos y fabricantes de materias primas, con la mediación de la Secretaría de Comercio: “Allí se acordaba un precio para que la gente pudiera comer y el panadero no se fundiera. Hoy eso no existe. No hay nadie que controle, cada uno pone el precio que quiere”.