El café forma parte del ritual cotidiano de millones de personas: desde el desayuno hasta la última reunión de trabajo, esta infusión se convirtió en un verdadero combustible social. Pero en medio del aroma y la costumbre, surge una pregunta que cada vez más especialistas se animan a responder: ¿Es más saludable el café molido o el café instantáneo?
El debate no pasa solo por el sabor o la practicidad, sino también por la composición nutricional de cada tipo. En los últimos años, investigadores y nutricionistas comenzaron a analizar con más detalle los efectos de esta infusión sobre la salud, no solo en función de la cantidad, sino también de la forma en la que se consume.
Y como en casi todo lo que rodea al mundo del café, las diferencias entre el molido y el instantáneo no son menores. Desde el origen del grano hasta el método de elaboración, cada variante tiene ventajas y desventajas que vale la pena conocer antes de elegir qué taza preparar.

¿Qué los diferencia?
El instantáneo se obtiene a partir de granos que ya fueron tostados y molidos, y luego convertidos en un extracto que se deshidrata mediante procesos industriales. El resultado: cristales o gránulos que se disuelven en segundos, sin necesidad de filtro, prensa o cafetera. Ideal para quienes buscan practicidad.
Por el contrario, el molido implica un tratamiento mucho más corto y artesanal. Se produce con granos frescos que se muelen justo antes de su uso, lo que permite conservar mejor los aceites esenciales, el aroma y la complejidad del sabor. Eso sí: preparar un café molido lleva su tiempo y requiere cierto equipamiento.
Una diferencia clave es la variedad del grano: el molido suele elaborarse con granos arábica, conocidos por su perfil más suave y aromático. En cambio, el instantáneo suele derivar de robusta, un grano más barato, con mayor cafeína y un sabor más amargo.

Lo que dice la ciencia sobre la salud
Cuando se trata de beneficios para el cuerpo, el café molido lleva una leve ventaja. Contiene más antioxidantes y una mayor concentración de potasio (115 mg frente a 30 mg por cada 100 g), además de preservar mejor las propiedades del grano original, que muchas veces fue seleccionado y procesado con mayor cuidado.
En cuanto a la cafeína, una taza de café molido contiene cerca de 96 mg, mientras que una taza de instantáneo ronda los 63 mg. Esto se debe a que el proceso de deshidratación al que se somete la versión soluble reduce parte de su contenido.
De todos modos, el instantáneo tiene un punto a favor inesperado: posee una mayor cantidad de melanoides, antioxidantes que, según estudios, podrían tener un efecto protector sobre la salud intestinal. Sin embargo, también presenta una desventaja importante: contiene el doble de acrilamida que el molido, un compuesto que la Agencia Internacional para la Investigación sobre el Cáncer (IARC) considera un probable carcinógeno.

¿Y el impacto ambiental?
Desde una mirada ecológica, el café molido también parece imponerse. Su proceso de producción demanda menos energía que el del instantáneo, que requiere fases industriales más largas, como el secado por aspersión o el secado en frío, lo que incrementa su huella de carbono.
¿Existen otros cafés más saludables?
Más allá del molido y el instantáneo, hay otras formas de consumir café que pueden ser más o menos beneficiosas según el tipo de filtrado, la variedad del grano y la forma de preparación. El de especialidad, por ejemplo, suele tener menos defectos y un perfil nutricional más cuidado. También se investiga el cold brew —infusionado en frío— por sus menores niveles de acidez y cafeína.
En síntesis...
El café molido, aunque requiere más tiempo y herramientas, ofrece un perfil nutricional más completo y menos riesgos asociados. El instantáneo, por su parte, es práctico, más económico y aporta ciertos beneficios antioxidantes, aunque también contiene compuestos que pueden representar un riesgo si se consume en exceso.