Un joven con autismo fue acusado falsamente de torturar animales. Se le adjudicaba una cuenta de Instagram donde posteaba videos en los que los acuchillaba, amenazaba con ahorcar gatos o se jactaba de violar perritos. Incluso habían comenzado a organizarse grupos de vecinos para ir a su casa a lincharlo. De hecho, algunas piedras volaron hacia su ventana.
El joven en cuestión es Matías Fulco, de 28 años y con un diagnóstico de Asperger. Matías no había dañado animales de ningún tipo, sino que habpia sido víctima de un caso de suplantación de identidad digital, donde un chico de 22 años (identificado como Adrián), junto con otro grupo de jóvenes, se hicieron pasar por él con el objetivo de difamarlo solamente por diversión.
Durante la pandemia tuvo un conflicto con un usuario llamado CARP NEO que comenzó a hostigarlo después de habersele hecho el amigo y ganado su confianza: le sacó los datos de su casa y empezó a mandarle deliveries a su nombre hasta cinco o seis por día, a modo de broma. En algún momento también lo amenazó de muerte. Por este motivo, Matías cerró sus cuentas de Instagram.
Este usuario volvió a la carga hace dos meses, cuando apareció un perfil de Instagram que se hacía pasar por él, donde empezaron a publucar selfies robadas de Matías con contenido de tortura de animales. Eran videos donde se apuñalaban perros, se les volcaba agua hirviendo o se ahorcaban gatos. En uno de ellos aparecía una mascota con un hierro atravesado en la cabeza. En ninguno se veía la cara de Matías.
En un par de días se crearon siete perfiles de Instagram, nueve de TikTok, cinco de X. A la par, por otros foros comenzaron a circular las capturas de estos perfiles y posteos atribuidos a Matías, con el objetivo de hacer campañas para escracharlo por el supuesto abuso de animales. También se compartía la dirección de su casa, o del lugar donde trabajaba su madre. Algunos influencers de protección animal compartieron el caso, fogoneando la bronca digital contra el presunto autor.

La madre de Matías afirmó que llegó a contar más de 700 amenazas recibidas en los últimos días, pero perdió la cuenta. Encima, cuando quiso hacer la denuncia en la comisaría, se cruzó con quienes estaban allí para acusar por torturas a su hijo. Tuvo un encontronazo con algunas rescatistas, que derivaron en que ella también sea denunciada.
El verdadero Matías para esa altura ya no tenía teléfono y se encontraba muy delicado: temblaba de los nervios sin poder hilvanar ni una palabra. Conmocionado y sin saber cómo actuar, intentó suicidarse. Se despidió ante un grupo de amigos en WhatsApp, agarró un cuchillo, se lo llevó al cuello y mandó una foto. La familia lo rescató a tiempo.
Sin embargo, la situación escaló al nivel de que los escraches llegaron a intentar prender fuego la casa. Los propios vecinos salieron a defender a la familia de Matías de la gente que había llegado, y junto a la policía impidieron que se quemara el lugar. Fue cuando la madre del chico presentó la denuncia en la Justicia.

La investigación empezó a arrojar datos claves, como que las fotos y videos de los animales torurados no habían sido grabados desde el domicilio de Matías, sino que eran viejos y circulaban en Telegram. Además, se constató que la cuenta fake se conectaba desde un domicilio en San Justo, a más de 40 km de la casa de Matías, que vive en Zona Norte.
La semana pasada allanaron en el domicilio desde donde figuraban las conexiones. Allí detuvieron a Adrián un joven de 22 años que ya había tenido problemas por ciberacoso. Según remarcó, ya había tenido una causa anterior en que lo detuvieron por ciberbullying. Aparentemente también cuenta con algunas discapacidades certificadas, esquizofrenia y arranques psicóticos.
En los dispositivos de Adrián encontraron los mensajes en los cuales concretaba las amenazas y con los cuales hostigaba también a los proteccionistas de animales que le respondían. Sin embargo, a pesar de irse detenido, volvió a su casa debido a su condición de salud mental. Además, la información ciruclante que apunta contra Matías sigue ahí y ayer volvieron a apedrear la casa, por lo que la situación no terminó.
Fuente: Clarín