El fútbol tiene esas historias que parecen sacadas de un cuento, pero que en realidad son el claro ejemplo de que la realidad supera a la ficción. Esta vez es el turno de George Weah, el jugador africano que ganó el Balón de Oro y terminó como presidente de Liberia, su propio país. Sin embargo, como en la vida, no todo es color de rosas, ya que en su incursión en la política terminó fracasando, por lo que tuvo que aceptar su derrota y mantener la paz.
Weah nació el 1 de octubre de 1966 y creció en las polvorientas calles de Clara Town, a las afueras de Monrovia, la capital de Liberia. A lo largo de su juventud tuvo que afrontar diferentes adversidades, ya que sus papás y sus doce hermanos vivían en condiciones muy malas. Pese a eso, el fútbol era su vía de escape para olvidar, al menos por un rato, esa triste realidad.
Comenzó su carrera deportiva en algunos clubes de Liberia, mientras que al mismo tiempo trabajaba de telefonista. Debutó en Mighty Barrolle y luego pasó al Invincible Eleven, donde convirtió 24 goles en 23 partidos. Su gran nivel lo llevó al fútbol camerunés. En el Tonnerre Yaoundé siguió con su gran cuota goleadora, anotando 14 tantos en 18 cotejos.

Los goles de Weah finalmente llegaron al viejo continente. El Mónaco puso sus ojos en él y lo compró por 12 mil libras de aquel entonces. Para que se acostumbrara a la competición de élite, el conjunto francés le impuso un plan específico de entrenamiento y controló todos sus movimientos. Para sorpresa de todos, el delantero liberiano no necesitó adaptación, ya que en su primera temporada convirtió 17 goles en 38 partidos.
Luego de unos años, Weah fue refuerzo del PSG. Mientras jugaba en Francia, el clima en Liberia comenzó a tensarse. En 1989 se desató la primera Guerra Civil en el país africano, por lo que sus hijos tuvieron que criarse en Nueva York. Para visitarlos, viajaba hasta Estados Unidos en el avión supersónico Concorde.
Lamentablemente, varios de sus familiares no pudieron escapar del conflicto. Después de las declaraciones de Weah, quien pedía que la ONU tenía que hacerse cargo de su país, el presidente de aquel entonces, Charles Taylor, mandó a que las tropas leales asaltaran su casa y violaran a dos de sus primas. Este hecho fue uno de los detonantes para que años después iniciara su carrera política.
Tras tres temporadas en el equipo de la capital francesa, el delantero liberiano arribó al Milan, su lugar en el mundo. Allí no sólo fue campeón de dos Serie A, sino que además ganó el Balón de Oro de 1995. La hazaña fue tal que se convirtió en el primer (y a día de hoy único) futbolista africano en conseguir este galardón. "Este premio es para África. No se trata solo de mí, sino de todos los niños que sueñan con un futuro mejor", dijo en la ceremonia.

Finalmente, en 2003, Weah puso fin a su carrera deportiva, para comenzar su trayectoria política. "Sé que mucha gente se pregunta por qué un exfutbolista debería buscar la presidencia del país, pero nadie le pregunta a un abogado o a un empresario por qué hacen lo mismo", dijo en aquel momento.
La incursión de Weah en la política
Coincidentemente, su decisión de dejar el fútbol para abordar una carrera política en 2003 iba de la mano con el fin de la Segunda Guerra Civil en Liberia, que había terminado ese mismo año cuando las Naciones Unidas y los militares estadounidenses intervinieron en el país para parar el asedio mantenido por los rebeldes a Monrovia y desterrar a Charles Taylor a Nigeria.
Aunque las expectativas y la popularidad eran altas, la realidad de gobernar un país empobrecido que sufrió dos guerras civiles en los últimos 15 años resultaba un desafío difícil. De todos modos, Weah era considerado prácticamente un dios en su tierra, ya que ninguna persona nacida en ese suelo había alcanzado la trascendencia internacional que logró el delantero.

Tras la construcción de su carrera política, y de dos intentos fallidos, finalmente ganó las elecciones presidenciales del 26 de diciembre de 2017 con el 61,5% de los votos. Sus promesas de campaña eran abordar varios desafíos socioeconómicos, como la pobreza, el desempleo y la falta de acceso a la atención médica y la educación.
Lejos de esto, su mandato fue muy cuestionado. No sólo fue criticado por su falta de formación para gobernar un país, sino que también dejó una economía en recesión, inflación en aumento y denuncias de corrupción. Su legado y sus hazañas deportivas quedaron opacadas por este tramo final. Sin embargo, en las calles de los barrios más marginados de Liberia aún recuerdan con nostalgia los goles de Weah y que, al menos por unos años, tuvieron la trascendencia mundial que tanto añoraban.