Manayaycuna es un pueblo perdido en la cordillera de los Andes en Perú. En quechua significa "el pueblo al que nadie puede entrar" y hace alusión a una cultura muy cerrada, en que los visitantes no son tan bienvenidos, sobre todo en Sábado Santo.
Y es que allí, existe la curiosa costumbre de declarara muerto a Dios durante la Semana Santa. Desde el Viernes Santo a las tres de la tarde, hora de la crucifixión de Cristo, hasta el domingo de Resurrección, todos pueden hacer lo que les venga en gana porque Dios no les ve, está muerto.
Sin la mirada de un Dios, que para la cultura andina fue importado a sangre y fuego, se diluye la noción de pecado y, por tanto, todo está permitido.
Los hombres y mujeres se lanzan entonces en una bacanal, en la que no se respetan rangos ni instituciones; prodigan los borrachos, las peleas y las relaciones sexuales que fueron reprimidas durante todo el resto del año. Se multiplica también el crimen, del que habrá tiempo para arrepentirse terminado el Sábado Santo, al día siguiente, en que Dios resucita en gloria y majestad.
¿Y dónde está ese Sábado Santo?
¿Fascinante? ¿Con ganas de ir? Pues Manaycaycuna no existe en realidad. Sus lujuriosas escenas vivieron durante largo tiempo solo en la imaginación de la cineasta peruana Claudia Llosa, que las llevó a la pantalla en su primer largometraje de 2006, llamado Madeinusa.

La directora de La Teta Asustada (2009) y Distancia de Rescate (2021), sin embargo, no inventó desde la nada, porque el estallido social que despliega en sus escenas de un pueblo imaginario está vivo en el espíritu de la mayoría de los carnavales andinos, donde el elemento subversivo de la fiesta abre posibilidades catárticas inusitadas.
En el carnaval de Tilcara, por ejemplo, está subversión simbólica se lleva a cabo a través de la figura del Diablo o “Pujllay”, al que se desentierra durante el primer sábado de fiesta. Al ser liberado, el demonio otorga a todos licencia para hacer las cosas que mantienen reprimidas durante el resto del año. Ocho días después, tras una fiesta espectacular, los jujeños entierran nuevamente al diablo que representará lo prohibido hasta el año que viene.