Los usuarios de Windows 11 están indignados por las actualizaciones obligatorias que pueden dañar el dispositivo pero que no se pueden cancelar. ¿De cuáles se trata y qué se puede hacer al respecto?
Una nueva polémica sacudió al ecosistema de Windows. Decenas de usuarios se despertaron con una desagradable sorpresa: sus computadoras, que hasta ese momento funcionaban con Windows 10, se habían actualizado automáticamente a Windows 11, sin previo aviso y en contra de las configuraciones que supuestamente bloqueaban este tipo de acciones.
¿Qué fue lo que pasó? ¿Por qué Microsoft actualizó dispositivos a Windows 11 sin autorización? ¿Qué riesgos implica esto para usuarios hogareños, empresas y administradores de sistemas? ¿Qué podés hacer para evitar los dolores de cabeza?
Qué pasó con los dispositivos y Windows 11
El 12 de abril de 2025 fue una fecha clave. Ese día, miles de dispositivos corporativos administrados mediante la herramienta Intune —un sistema de gestión remota de Microsoft— se actualizaron automáticamente de Windows 10 a Windows 11, aún cuando las políticas internas de las empresas indicaban lo contrario. En otras palabras, aunque las organizaciones habían bloqueado la posibilidad de actualizar, el sistema se impuso de todos modos.
Esto no solo generó un caos operativo en oficinas y dependencias públicas, sino que también encendió una alarma importante: ¿hasta qué punto tenemos control real sobre lo que ocurre en nuestras computadoras cuando usamos Windows?
Microsoft, ante la creciente ola de críticas, reconoció que se trató de un “error” en la plataforma Intune. Sin embargo, no dio detalles concretos: ni la cantidad de equipos afectados, ni el origen específico del fallo, ni una solución clara para revertir el daño.
¿Fue realmente un error?
Según Microsoft, la actualización masiva fue consecuencia de un bug interno dentro de Intune. De acuerdo con la explicación oficial, no fue un movimiento intencional. Sin embargo, las sospechas y críticas no tardaron en llegar.
¿Por qué? Porque esta clase de “errores” termina beneficiando a Microsoft: su objetivo es migrar la mayor cantidad de dispositivos posibles a Windows 11 antes del final de soporte de Windows 10, que ocurrirá en octubre de 2025. En muchos casos, es probable que los administradores opten por adaptarse al nuevo sistema operativo en lugar de hacer un rollback (regreso) a Windows 10, que implica un proceso engorroso, lento y poco amigable para el usuario común. Es decir: aunque Microsoft diga que no fue a propósito, el resultado juega a su favor.
Volver a Windows 10: una misión casi imposible
Los usuarios y administradores afectados se encontraron con un problema todavía más grande: no es fácil volver atrás. Si bien Windows ofrece un período limitado (generalmente 10 días) para deshacer la actualización, en este caso no hay garantías de que esa opción funcione correctamente en todos los equipos. Peor aún: si ya pasó ese plazo o si se eliminaron los archivos de instalación anteriores, la única forma de volver a Windows 10 es reinstalar todo desde cero.
Esto significa:
- Descargar una imagen ISO de Windows 10
- Crear un USB booteable
- Respaldar toda la información crítica del equipo
- Formatear el disco
- Reinstalar aplicaciones y configuraciones
Un proceso que puede llevar horas y que requiere conocimientos técnicos avanzados, algo que la mayoría de los usuarios no tiene. En el caso de empresas y oficinas públicas, además, esto implica una enorme pérdida de tiempo y recursos, además de frenar la productividad.
Por qué la instalación de Windows 11 es un problema tan grave
Además del fastidio que implica no poder elegir cuándo y cómo actualizar el sistema operativo, hay riesgos concretos asociados con las actualizaciones forzadas a Windows 11:
1. Incompatibilidad con hardware
Muchos equipos que funcionan perfectamente con Windows 10 no cumplen con los requisitos técnicos para Windows 11. Sin embargo, por errores como el de Intune, igual fueron actualizados. Esto puede derivar en:
- Dispositivos más lentos
- Drivers que no funcionan
- Pérdida de funcionalidad (por ejemplo, puertos USB, cámaras, lectores de huellas, etc.)
- Inestabilidad general del sistema
2. Pérdida de compatibilidad con software específico
Numerosas empresas utilizan programas desarrollados a medida o aplicaciones críticas que solo son compatibles con Windows 10 y no con Windows 11. Una migración forzada puede generar fallos graves, incompatibilidades y hasta la interrupción de servicios esenciales.
3. Riesgos de seguridad
Si bien Windows 11 incluye mejoras en materia de seguridad, una instalación mal ejecutada o una configuración por defecto puede exponer vulnerabilidades. Además, la falta de control sobre cuándo y cómo se instala una actualización deja la puerta abierta a errores graves, especialmente si el equipo está conectado a redes corporativas.
Microsoft no da soluciones reales
Lo más preocupante es que Microsoft, lejos de ofrecer una solución sencilla, dejó todo en manos de los usuarios. Básicamente, si tu equipo ya se actualizó, tenés que arreglártelas por tu cuenta. El mensaje oficial es claro: la vuelta a Windows 10 es posible, pero solo si lo hacés manualmente. Y como ya vimos, eso representa un gran problema técnico para la mayoría.
En paralelo, la empresa recomienda a los administradores de Intune que desactiven completamente las actualizaciones automáticas para Windows 11, ya que bloquearlas parcialmente no garantiza que el error no se repita. Esto también implica sacrificar parches de seguridad y actualizaciones menores que sí podrían ser útiles.
El reloj corre: fin de soporte de Windows 10
Todo esto ocurre en un contexto particular: Windows 10 tiene fecha de vencimiento. El 14 de octubre de 2025 finaliza el soporte oficial. A partir de ese día, Microsoft dejará de ofrecer actualizaciones de seguridad y correcciones de errores para esta versión del sistema operativo.
Eso no significa que Windows 10 dejará de funcionar, pero sí que quedará expuesto a riesgos de ciberseguridad. Ante esto, Microsoft ofrece un programa llamado ESU (Extended Security Updates), que brinda soporte pago durante tres años más, hasta 2028. Pero este servicio tiene un costo y está pensado sobre todo para empresas, no para usuarios particulares.
Así, el panorama es complicado: quienes no puedan o no quieran migrar a Windows 11, deberán pagar por seguir protegidos. Y quienes sean forzados a actualizar podrían enfrentarse a fallos, pérdida de compatibilidad o un equipo que simplemente no rinde como antes.
¿Cómo evitar las actualizaciones forzadas?
Aunque nada garantiza al 100% que no vayas a sufrir un caso como el que ocurrió con Intune, existen algunas medidas que pueden ayudarte a reducir el riesgo de que se instale automáticamente Windows 11:
- Configurar políticas de grupo (Group Policy): si tenés Windows 10 Pro o Enterprise, podés ingresar al editor de políticas de grupo (
gpedit.msc) y configurar las actualizaciones para que solo se instalen manualmente. - Desactivar el servicio de Windows Update: desde el panel de servicios (
services.msc), podés buscar "Windows Update", hacer clic derecho y seleccionar "Deshabilitar". Esto impedirá que el sistema busque e instale actualizaciones automáticamente. - Usar herramientas de terceros: existen programas como O&O ShutUp10 que te permiten controlar con mayor precisión qué datos recopila Windows y cómo gestiona las actualizaciones. Es importante descargarlos desde fuentes confiables y usarlos con precaución.
- Realizar copias de seguridad: antes de cualquier posible cambio, siempre es recomendable hacer un respaldo completo del sistema. Así, si algo sale mal, podés restaurar el equipo a su estado anterior.
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