Lo que le pasó ayer en el Monumental a Boca no es nuevo, ya lo vimos muchas veces. Desde hace ya un tiempo que el equipo no responde en los partidos decisivos y esto no tiene que ver con Gago, Martínez, Almirón o el técnico que decida el Consejo.
El principal problema de Boca son los jugadores que manejan el vestuario. Los líderes que contagian y marcan el rumbo al resto del plantel. Desde Benedetto y Pablo Pérez para acá, Boca no logró tener un referente que esté a la altura de uno de los clubes más importantes del mundo.
Ayer Boca empieza a perder el partido no con la improvisada formación del técnico, la decisión de poner un solo delantero o cualquier decisión de juego. Sino con la llegada del equipo al Monumental y el Capitán de Boca bajando del micro desafiante con una gorra con una B roja.
Un idiota. Por varios motivos. Porque cualquier futbolero sabe que no se habla antes. Y si hablás, lo tenés que demostrar en la cancha, cosa que no le suele suceder al bueno de Marcos en los suplerclásicos.
Rojo confunde eso de que “el fútbol es para los vivos” con ser bocón. Ser vivo es, entre otras cosas, jugar con inteligencia. Y ayer, como en otras tantas veces, no lo fue. Autor de la falta innecesaria a Driussi, que estaba de espaldas, a 35 metros del arco y ya había pasado la pelota. Poco inteligente.
El capitán que marca el rumbo
Si el capitán entra con la gorrita provocadora para hacerse el canchero, qué queda para el resto. En su primer superclásico, la imagen que quedó del chileno Palacios fue el gesto de que tenía frío cuando terminaba la entrada en calor. ¿Durante el partido? Bien gracias. No tuvo ni una jugada desequilibrante, ni alguna acción destacada. Pasó prácticamente inadvertido por Nuñez, salvo por el mencionado gesto.
Otro, el bueno de Marchesin. Un arquerazo, sin dudas, que llegó hace dos minutos a Boca y que antes que inicie el partido le hizo con los brazos el “suben y baja” a la hinchada local. El mismo que dos minutos antes que termine el decisivo partido con Alianza Lima pidió el cambio desesperado para no estar en los penales. El arquero de Boca que ayer pudo haber hecho algo más en los dos goles del rival. Y coronó boqueándolo a Borja luego de que a Driussi le quedara el rebote para convertir el segundo.
“Al fútbol se gana de pico”
Imagen recurrente la del Capitán hablando con el árbitro, discutiendo, separando a propios y rivales y abusando de la facultad que le da la cinta para protagonizar cuanto tumulto haya en el partido. El gran problema de esto es que Boca hace de la protesta un sistema de juego, pero lo aplica mal.
Ya sin Rojo en cancha, 40 minutos del segundo tiempo, Boca empujaba y generaba algunas aproximaciones al arco rival. Mastantuono recupera una pelota en su campo y Advíncula le comete falta. Discusión del peruano, se suma Battaglia que se gana la amarilla y dos minutos el juego parado. Todo lo que quería el equipo de Gallardo y lo que no necesitaba el de Gago.
Una constante del equipo en los partidos chivos. Recordemos que con Alianza Lima, en el momento que Boca se pone 2-1, la Bombonera se venía abajo y el equipo era una tromba. Una trifulca provocada por Saracchi y en la que intervinieron casi todos los jugadores paró 8 minutos el juego (que después no se recuperan), a pedir de Pipo Gorosito, DT de los peruanos.
Desde hace años Boca es un equipo boludo. Y esto es responsabilidad de sus referentes, Marcos Rojo, del que ya hablamos, Chiquito Romero, el que se quiso pelear con la platea de Boca, Javier García y Lema (que hay más fotos de él en boliches que en la cancha), los líderes que nunca juegan y siempre están. Y el pobre Cavani, un ejemplo de profesional, que pareciera no imponerse en el vestuario.
La experiencia no te convierte en un buen líder y eso Boca lo está padeciendo. Quedará en el DT, ahora le toca a Gago, pero aplica para los que pasaron y los que vendrán, imponerse y trabajar para tener un equipo más inteligente o no tan boludo. Y si puede jugar bien, mejor.
Ya lo dijo Carlos...
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