Anatoly Moskvin, un historiador ruso de 58 años que estremeció a toda Rusia tras conocerse los detalles de su obsesión: desenterró 29 cuerpos de nenas, los momificó y los vistió como muñecas para convivir con ellos en su casa.
El caso, que salió a la luz en 2011, recientemente volvió a ser noticia luego de que la justicia rusa resolviera que el historiador deberá seguir internado en un hospital psiquiátrico de alta seguridad, donde permanece desde hace más de una década.
Moskvin, que en su momento trabajó como traductor para la inteligencia militar del Ejército Rojo y era reconocido por su labor académica como historiador y lingüista, fue diagnosticado con esquizofrenia paranoide y declarado inimputable en 2012. Desde entonces está bajo tratamiento psiquiátrico forzoso.

La investigación comenzó tras una seguidilla de profanaciones de tumbas de chicas de entre 3 y 11 años, que alarmó a la comunidad de Nizhny Novgorod, al oeste de Rusia. El caso dio un giro escalofriante cuando la policía allanó el departamento que Anatoly compartía con sus padres.
Allí, los agentes encontraron una escena que parecía sacada de una película de terror: 29 cuerpos momificados, vestidos con ropa infantil, con pelucas, medias, moños y máscaras de papel maché. Estaban sentados en sillones, acomodados en camas y hasta organizados como si fueran parte de una fiesta infantil. El macabro museo casero dejó helados hasta a los peritos más experimentados.
La declaraciones del historiador
Durante su declaración, Moskvin no sólo admitió haber robado los cuerpos, sino que también explicó que su intención era revivir a las nenas. Dijo practicar magia negra y estar convencido de que algún día la ciencia permitiría devolverles la vida.
"Ustedes abandonaron a sus hijas en la tumba, yo las traje a casa y las cuidé", les dijo a los padres de las víctimas. Incluso aseguró que necesitaba “material biológico para la clonación” y negó cualquier motivación sexual detrás de sus actos.
En otra entrevista, también contó que había dormido en un ataúd y que había recorrido más de 750 cementerios. Su nivel de detalle y convicción causó espanto entre los psiquiatras que lo evaluaron.

Elvira, la madre de Moskvin, declaró que nunca sospechó lo que ocurría puertas adentro. "Pensábamos que eran muñecas de tamaño real. Sabíamos que era un hobby raro, pero no imaginamos que hubiera cadáveres dentro", dijo ante el tribunal.
A pesar de los intentos de sus abogados por conseguir una internación ambulatoria, un tribunal ruso rechazó el pedido. La decisión fue respaldada por los informes médicos que alertaron sobre el riesgo de que vuelva a cometer actos similares.
Los padres de las víctimas también intervinieron en la causa y pidieron que el hombre no recupere nunca la libertad. "No puede salir. Si vuelve a las calles, lo va a hacer de nuevo", dijeron con angustia.
El caso de Anatoly Moskvin, apodado por los medios como "el coleccionista de muñecas" o "el profanador de Nizhny Novgorod", se convirtió en uno de los crímenes más perturbadores de las últimas décadas en Rusia. Y, aunque pasen los años, el horror que dejó atrás sigue generando escalofríos.