Zoe Gotusso lanzó un nuevo formato escénico para este 2025: diez Pequeños Conciertos en el teatro Margarita Xirgu de San Telmo, una propuesta íntima y experimental.
El Margarita Xirgu tiene capacidad para 480 personas. Como es un teatro, el espacio está pensado para que el exterior desaparezca y el tiempo se detenga, una sensación para los espectadores que acompaña y completa la experiencia teatral del nuevo formato que presentó Zoe Gotusso.
Con sus Pequeños Conciertos, Zoe hizo un show pensado específicamente para el Xirgú, y esa es la primera decisión que habla de su búsqueda: estar cerca del público y hacer participar a las personas que fueron a verla. Las fechas son 15, 16, 18, 22, 23, 25 y 29 de mayo; 1, 6 y 7 de junio.
Suena cliché decir que el público se convierte en protagonista, pero hay razones formales que estimulan la participación activa y que hoy en día son necesarias en una época antihumanitaria, intolerante e impersonal -una de las cosas que más se le critica a los espectadores es que usan todo el tiempo el celular en lugar de prestar atención. Priorizar el encuentro y la paciencia es positivo en tiempos de odio y crueldad. El show se siente como el encuentro romántico entre dos amantes que estuvieron anhelando verse durante mucho tiempo.

Zoe Gotusso con un nuevo formato íntimo, los Pequeños Conciertos
Es domingo, está nublado y fresco. La gente se va sentando en sus asientos asignados, compra pochoclos y Fernet, y espera sin apuro. Un pianito de fondo calienta la sala y nadie está desesperado para que arranque, aunque la emoción de las chicas que vienen juntas se les nota en la cara. Algunas tienen carteles, pero los esconden tímidas.
Todas las luces se apagan, el teatro queda a oscuras unos segundos y prepara el ambiente. Zoe Gotusso empieza a cantar acapella y el público se le suma intuitivamente y canta con ella Un bossa +. Una vez hecho ese contrato de proximidad, la poca distancia que separa el escenario de las butacas, usar a su favor la acústica del lugar para explorar la capacidad de su voz y priorizar su conexión con la guitarra criolla generan una experiencia íntima; todo acompañado por una performance más cercana a la exploración teatral que a un show de música estándar.
Para los momentos más espectaculares toca con una banda conformada por Rocío Alí (bajo), Melanie Williams (batería), Amparo Basualdo (teclado) y Martín Allende (guitarra). A ellos se le suman sus bailarines Abril Lis Varela, Oliver Carl, Frana Zabala y Gastón Santos que, sin que nadie lo sospechara, habían estado encargados de repartir golosinas. La dirección artística es de Luciana Acuña, de Mariano Otero la dirección musical.
Un universo de humanos movido por la búsqueda de ternura se acerca a ver a Zoe Gotusso para hacer el show con ella. Madres con hijas niñas y adolescentes, abuelas con amigas en edades gloriosas, amigas, parejas heterosexuales, parejas lesbianas, parejas cantan los boleros y los bossa nova de sus dos discos, Mi Primer Día Triste (2020) y el más reciente Cursi (2024).

Zoe Gotusso, una Twiggy traída de los 60s, le canta a lo que más le interesa: el amor, ese tema recurrente en sus discos, fuente universal de melancolía y éxtasis. Le siguen susurros emocionados "Me encantaría ver la luna con vos / Pero vos seguís pensando en la teca / Quiero que cantes otra vez tu tango / Esta es tu nueva canción de amor".
Para cantar María una luna llena la acompaña y antes de cantarla cuenta, relajada y cómoda: "Amo las canciones desde que soy chiquita. Hay algunas canciones –o amigas, porque ya les digo amigas, que quedan con el tiempo y, para mí, esta que voy a cantar ahora es una gran amiga que hice hace unos años y que va a quedar". Las chicas del público se emocionan y la corean fuerte, pero todo el mundo agradece otro gesto más de conexión de parte de Zoe.
Al contrario de lo que la meritocracia y el capitalismo nos quiere hacer creer, para la cultura y el arte el apelativo "moderno" en algún momento significó una apuesta por las emociones. El siglo pasado buscó, por ejemplo en las pinturas, correrse de una pretensión de control de la realidad y ubicarse lejos del realismo, ese movimiento artístico que buscaba expresar con el mayor detalle posible, como una fotografía de hoy.
Pintar un instante de la realidad cruda –lo más "real" posible- y no una escena preconcebida fue revolucionario en algún momento. Entonces, Van Gogh (desde el impresionismo) y Munch (expresionista) hoy son clásicos, pero en ese momento fueron una rebelión contra una pretensión de interponerse, como artista, para embellecer.

La pintura El grito (1893) de Munch es una de las visuales que eligió Zoe Gotusso para que se proyecte más tiempo, entre todas las imágenes de pinturas y los fotogramas de besos apasionados en blanco y negro. La primera interpretación sobre estos pintores es que su forma de pintar fue la manera que encontraron para lidiar con la angustia existencial, pero la expresión desesperada y la androginia de El grito llegaron a perturbar al punto de que se dice que los médicos le prohibían a las mujeres contemplarla.
El escenario que parece vacío en realidad se llena de movimiento, o de sus posibilidades: entran y salen sus bailarines, hacen payasadas, se abrazan y bailan pegadito, suman y sacan escenografía icónica, como las botitas azules de Zoe; los teléfonos de cable, esos medios indiscutidos de historias amorosas, todo regido por una inspiración en la estética mob de los 60s. Entre foto y foto miro al público y, para cuando terminó, casi todas lloran, incluso las abuelas, y se abrazan. Lo que es la emoción.
Foto portada: N. Fernández.
Las entradas para los Pequeños Conciertos de Zoe Gotusso se consiguen a través de la página web de Fever.