La psicóloga y activista contra la discriminación y el antisemitismo, Daniela Nemirovsky, dialogó con Es Nota sobre los 600 días de la masacre perpetrada por el grupo terrorista Hamas en el Estado de Israel, el 7 de octubre del 2023 y las decepciones por parte de ciertos sectores del progresismo. “Tuvimos que escuchar de quienes menos pensábamos la negación del horror”.
¿Qué reflexión podes hacer transcurridos los 600 días desde el 7 de Octubre?
Daniela Nemirovsky: No puedo creer que hayan pasado 600 días y todavía estemos acá. Mucho menos, que 58 personas siguen secuestradas. Solemos decir que todavía es 7 de octubre, porque hay algo del trauma de ese día que no puede empezar a sanar mientras no estén todos en casa. En muchos espacios no hubo ni un solo día de empatía hacia las víctimas. No había terminado de contar la magnitud de la masacre, y ya veíamos marchas culpando a Israel, como si la víctima tuviera que justificar su existencia.
También, en medio del dolor, nos volvimos a encontrar. Vi a muchos que estaban más “asimilados” buscar nuevamente espacios seguros donde simplemente poder ser. Vi a personas reconectarse con las tradiciones, con la identidad, con lo que duele y a la vez sostiene. Muchos sintieron la necesidad de volver a Israel, de ayudar, de ser testigos.

Se generó una unión, una sensación de volver a la familia que es el pueblo judío que —al menos yo— nunca había sentido tan fuerte. A partir de la herida, nos reconocimos, nos sostenemos, nos alojamos.
Te definís como feminista y antiracista. ¿Por qué?
DN: Antes del 7 de octubre, mi cuenta de Instagram estaba dedicada principalmente a hablar de salud mental, feminismo y antirracismo. Para mí, estas no son simplemente etiquetas ni títulos: son formas de mirar el mundo que implican un trabajo personal constante y una evolución permanente.
Ser feminista implica comprometerse con la lucha contra las desigualdades de género, tanto en los derechos como en las relaciones de poder. Cuando hablamos de una estructura patriarcal, esta no perjudica sólo a las mujeres y al colectivo LGBTIQ+, también afecta a los hombres. El feminismo no lucha contra los hombres, sino contra las desigualdades que de una u otra manera nos perjudican a todos.
Ser antirracista, por otro lado, implica reconocer que el racismo no es solo un problema de actos individuales, sino un sistema estructural. Ese sistema puede tomar distintas formas según el contexto sociocultural, pero siempre hay un sesgo que atraviesa nuestra mirada, nuestras decisiones, nuestras instituciones. Por eso no alcanza con “no ser racista”; ser antirracista es tomar una postura activa y consciente en contra del racismo en todas sus formas.
Curiosamente, en 2021 me di cuenta que mis referentes antirracistas y feministas hablaban de todas las minorías oprimidas y/o discriminadas excepto de una: los judíos. El antisemitismo es un tipo de racismo con características singulares. Así es que - con miedo - empecé a hablar, a abogar por mi propio pueblo.
Algunas organizaciones feministas le dieron la espalda a las mujeres que fueron secuestradas, violadas y asesinadas por el grupo terrorista Hamas, ¿Qué te pasó con eso como feminista?
Lo que me pasó es que me rompieron el corazón. Fue muy doloroso. Fue ese segundo momento traumático en el que una piensa que, cuando hay un golpe así, va a haber ciertos espacios que nos sostengan, que nos agarren la mano, que nos atajen. Y en vez de eso, nadie nos atajó, básicamente. Nos caímos al piso.
Y tuvimos que escuchar, de quienes menos esperábamos, la negación del horror. La minimización. La justificación de la violencia sexual. Como si Israel tuviera la pollerita demasiado corta, básicamente.

Fue un momento de perplejidad. Algo muy surreal, de no entender qué está pasando. De hacer un duelo. Personalmente, un duelo de ciertos referentes y espacios.
Pero lo que siempre digo es que yo no abandono el feminismo porque haya referentes o agrupaciones que nos soltaron la mano como mujeres judías. Al contrario: reafirmo mi feminismo a partir de esto. Porque el feminismo es con todas las mujeres y disidencias.
¿Cuál es el rol de las Organizaciones de Derechos Humanos después del 7 de octubre? ¿Cuál debería haber sido?
El rol que deberían tener estas organizaciones es claro: Defender los Derechos Humanos sin selectividad, condenar el terrorismo sin ambigüedades, proteger a todas las víctimas, y garantizar que el Derecho Internacional se aplique de manera equitativa.
Pero esto no es lo que nos encontramos después del 7/10. Lo que encontramos fue parcialidad, abandono, silencio y básicamente un sesgo antisemita profundamente arraigado.
Para dar algunos ejemplos: a pesar de la amplia evidencia -registrada y difundida por los mismos perpetradores de Hamas - de violencia sexual, ONU mujeres tardó más de 55 días en tan solo reconocer que había habido violencia sexual.
La Cruz Roja no visitó ni una sola vez a los secuestrados.
UNICEF guardó un silencio alarmante respecto a los niños israelíes secuestrados y asesinados, mientras que sus condenas se concentraron exclusivamente en la situación en Gaza.
Amnistía Internacional tampoco abogó por los secuestrados ni denunció la violencia del 7/10. Asimismo elaboró un informe destinado a demonizar a Israel, en el cual, propone cambiar la definición de genocidio de manera tal de poder acusar a Israel del mismo. Y esto no empezó el 7/10:
UN Watch denuncia que entre 2015 y 2023, La Asamblea General de la ONU adoptó 154 resoluciones contra Israel y 71 contra todos los demás países combinados. Entre 2006 y 2024 el Consejo de Derechos Humanos ha adoptado 108 resoluciones contra Israel, en comparación con 44 contra Siria, 15 contra Irán, 8 contra Rusia y 3 contra Venezuela.

Esto no es evidencia de que Israel es el pais que más violaciones comete, sino que estas cifras reflejan una atención desproporcionada hacia Israel en los órganos de la ONU: un ensañamiento y parcialidad contra el estado judío.
Viajaste a Israel hace unos meses y estuviste en el sur, una región profundamente marcada por los primeros ataques del 7 de octubre. ¿Qué sentiste al estar ahí? ¿Cómo te impactó ese recorrido a nivel personal?
Estuve en Israel en septiembre de 2024. Quería ir a los lugares atacados, quería verlo con mis propios ojos. Todo eso que venía leyendo, viendo en fotos, escuchando en testimonios… necesitaba estar ahí. Tuve la oportunidad de visitar el kibutz Be’eri, que fue uno de los más golpeados, y el sitio de Nova, donde se realizaba el festival en el que asesinaron a más de 300 personas.
Estamos siendo testigos de un negacionismo en vivo y en directo, a pocos días de los hechos, incluso con los propios terroristas publicando videos, filmando lo que hicieron, mostrándolo con orgullo. Vimos el negacionismo en tiempo real.
Me parece fundamental que esos lugares puedan ser vistos en primera persona, para poder luchar contra ese negacionismo y contra la desinformación, que no hace más que alimentar el odio.
Estar ahí fue muy difícil de poner en palabras. Y estar con personas que vivieron ese día, aún más. La destrucción es impresionante. Impacta profundamente pensar que hubo seres humanos capaces de hacer eso con tanta saña. Se nota la intención de destruir, de matar. Se ve en las casas quemadas, en los restos de lo que fueron hogares. Y es aún más fuerte cuando conocés la historia de quienes vivían allí.
El año pasado organicé una clase de yoga en honor a Carmel Gat, una de las personas secuestradas, que era profesora de yoga. Ella fue ejecutada junto a otros cinco rehenes en agosto de 2024. Y en septiembre pude estar en su casa. Fue especialmente conmovedor, porque de alguna manera uno entabla un lazo con personas que nunca conoció, pero que se vuelven familia.
El sitio de Nova es particularmente estremecedor. Está en medio del desierto, y lo que han hecho allí fue colocar las fotos de todas las personas asesinadas durante el festival. Entonces, cuando llegás a ese lugar —donde el 7 de octubre había un festival por la paz— hoy te encontrás con un mar de rostros de personas que ya no están. Es visualmente impactante, y me parece importante que esté ahí, porque da dimensión de la masacre, de lo que ocurrió en esas horas fatales en las que, lamentablemente, las Fuerzas de Defensa de Israel tardaron en reaccionar.
Y me pregunto: ¿qué pasa si Israel no tiene defensas que puedan responder? Lo que pasó el 7 de octubre es la respuesta.
¿A qué te referís cuando hablás de “Guerra de Narrativas"?
Además de la guerra sangrienta que estamos presenciando, hay otra que yo llamo la Guerra de Narrativas. Una guerra que no empezó el 7 de octubre, ni siquiera en 1948 con la refundación del Estado de Israel. Es una guerra donde se usa la propaganda y la manipulación, montadas sobre sesgos antisemitas que ya están presentes en la sociedad.
Como dije antes, el racismo es un sistema que nos preexiste, que nos atraviesa. El antisemitismo también lo es. Estamos atravesadas por él, muchas veces sin darnos cuenta, y sobre esos sesgos se construye toda esta maquinaria de propaganda que busca, básicamente, atribuirle al pueblo judío todo lo peor que puede hacerse en un determinado momento histórico.

El antisemitismo funciona así: depositando en los judíos la culpa de lo más imperdonable de cada época. Por eso decimos que el antisionismo es antisemitismo. Porque se monta sobre los mismos tropos antisemitas. Y porque, si entendemos que el sionismo es el movimiento que defiende el derecho del pueblo judío a su autodeterminación en alguna parte de su tierra ancestral, estar en contra de ese derecho, y solo en contra del pueblo judío, es antisemita.
Me parece fundamental que esto se comprenda, porque hay muchas personas bien intencionadas que, sin quererlo, terminan replicando propaganda antisemita. Personas que tienen sensibilidad por las injusticias, pero que han sido alcanzadas por discursos disfrazados de causas nobles.
Vale preguntarse: ¿por qué, entre todos los conflictos armados y verdaderos genocidios que ocurren en el mundo, hay un foco microscópico puesto en Israel y Gaza? ¿Por qué se habla tan poco de China, Sudán, Siria, Yemen? Esto tiene que ver con un sesgo antisemita de base, muchas veces no reconocido.
Entonces, el llamado es a la reflexión. A poder empatizar tanto con los palestinos inocentes que sufren, como con los israelíes inocentes que también sufren: que están secuestrados, que viven en refugios, que ven sus ciudades bombardeadas una y otra vez. El llamado es a no caer en discursos binarios, simplistas: opresor vs. oprimido, blanco vs. negro, bueno vs. malo.
En este año y medio —ya casi 20 meses— hemos visto una escalada de violencia antisemita en todo el mundo: sinagogas quemadas, casas de familias judías incendiadas, violaciones a chicas por el hecho de ser judías. Y, la semana pasada, la ejecución de dos personas simplemente por haber sido identificadas como judías al salir de un evento judío que, paradójicamente, buscaba recaudar ayuda humanitaria para Gaza.
Las palabras tienen efecto. Los discursos de odio tienen consecuencias. Y hoy están poniendo en riesgo a la población judía en todo el mundo.