Lionel Messi volvió a encender las alarmas, y esta vez lo hizo en la previa al partido entre el Inter Miami y el Porto por la segunda fecha del Mundial de Clubes. Durante la práctica matutina, en plena entrada en calor, el rosarino se mostró incómodo físicamente y dejó un gesto que no pasó desapercibido: se tocó varias veces la parte posterior del muslo izquierdo, lo que generó preocupación tanto en el cuerpo técnico como en sus compañeros.
El gesto no fue casual. Apenas comenzado el entrenamiento, Messi se acercó a Javier Mascherano (su ex compañero en la Selección y en el Barcelona, y actual DT del conjunto de Florida) para marcarle la zona de la molestia. Aunque no abandonó el campo de juego, su participación en los ejercicios fue limitada y a todas luces no estaba al 100%.
Hasta ahora no hubo parte médico oficial, y desde el club mantienen el hermetismo. Por eso, la gran incógnita es si Messi estará en condiciones de jugar este jueves, cuando Inter Miami se enfrente al Porto a las 16:00, en el Mercedes-Benz Stadium de Atlanta.

La molestia se da en una zona distinta a la de lesiones anteriores, pero no deja de preocupar teniendo en cuenta el historial físico reciente del Diez. A sus 37 años, y con una temporada exigente a cuestas, Messi requiere de un manejo físico milimétrico. Mascherano lo sabe, y no descarta guardarlo de entrada o utilizarlo como una carta ofensiva en el segundo tiempo, si el partido lo pide.
La conferencia de prensa oficial previa al encuentro, con Mascherano y un jugador del plantel, está prevista para este mismo miércoles, una vez que la delegación arribe a Atlanta. Allí se espera que el técnico dé alguna pista sobre la condición del capitán.
La situación se da en un contexto determinante: todos los equipos del grupo empataron sin goles en la primera fecha, por lo que una victoria podría ser clave para las aspiraciones de Inter Miami de avanzar a los octavos de final.
Más allá de la falta de confirmaciones, la imagen de Messi tocándose el isquiotibial frente a las cámaras habla por sí sola. En Florida se agarran la cabeza, y en el cuerpo técnico saben que cualquier decisión con el mejor jugador del mundo tiene peso propio.