“Nuestra misión: promover las ideas del liberalismo económico y los valores históricos de la cultura argentina, para contribuir al desarrollo económico y social de nuestra Nación, librando la batalla cultural”.
Así se presenta en su flamante página web la Fundación Faro, el think tank mileísta que esta semana se presentó en sociedad con una cena de recaudación de fondos en el Yacht Club de Puerto Madero.
Reunió increíblemente a los hombres más ricos del país: a los que la vieron desde el primer momento, a los que apoyaron al peronismo en la última elección y a los que no tienen ideología salvo estar cerca del gobierno de cada momento de la historia.
La presentación on line del centro de estudios no da muchas más pistas de qué son los “valores históricos” ni de a qué se refiere la “batalla cultural”.
Sí incluye una “carta magna”, con cinco principios generalistas sobre la asociación libre y la meritocracia como el motor del desarrollo, el corrimiento del Estado de cualquier otra función que no sea garantizar la vida, la propiedad y la libertad y una declaración contra el asistencialismo.
Como la entidad está encabezada por Agustín Laje, un intelectual de larga trayectoria con posturas radicales contra el feminismo, los derechos de la comunidad LGBT y el cambio climático puede ser fácil deducir a qué se refiere cuando habla de recuperar la “identidad” de la Argentina, al menos desde su óptica.

Lo dijo el propio Laje en la alocución inaugural que antecedió a la participación del presidente Javier Milei y que subió a su canal de YouTube de 2,4 millones de suscriptores con un título más directo: “Así fue mi discurso en la fundación que derrotará el wokismo”.
“Woke” es un término que, como explica Santiago Kalinowski de la Academia Argentina de Letras, nació primero como un adjetivo positivo en Estados Unidos que significaba “despierto” en inglés pero que rápidamente fue asociado a las políticas progresistas que se iban impulsando desde los estados, como la educación sexual, la igualdad de género o las cuestiones ecológicas.
Hoy la expresión “wokismo” hace referencia a todo ese universo de forma despectiva y es usado por los movimientos de la nueva derecha, desde Donald Trump, el partido ultraderechista Vox y claro, el propio Milei.
“Nunca como antes se gestó tanto consenso para impulsar nuestras ideas”, subrayó este escritor cordobés de 35 años que supo llenar teatros y autofinanciarse los libros, mientras gobernaba mayormente la centroizquierda y crecían organizaciones de ultraderecha desde un mix de descontento económico y marginación ideológica o cancelación.
Laje describió el corazón de la cosmovisión que domina a Milei y a los que lo acompañaron desde la primera hora, pero que no está claro cuánta más gente compartr por el sólo hecho de apoyar su programa económico o de haberlo votado enojado por el fracaso de las administraciones anteriores.
Se resume en que la izquierda, tras la derrota económica del marxismo, habría ideado una penetración cultural para controlar las mentes de la gente mediante la agenda de la defensa de los derechos de las mujeres, las minorías sexuales, el cuidado del ambiente o las reivindicaciones de los pueblos originarios o el combate al racismo.
Buena parte de la humanidad entiende que en realidad se trata de avances en la convivencia de las personas que trajo la expansión del capitalismo y la democracia liberal.
De hecho no se encuentran los mismos valores en países autocráticos o con fuerte impronta de la religión en el manejo del Estado. Pero para la mirada de Milei, Laje y compañía, no. A mayor compenetración con ese tipo de políticas, más comunismo. Sic.

El tema es que ese rosario ideológico que ha llegado al poder y se fortalece de la mano de la incipiente estabilidad económica se expuso esta vez ante lo más poderoso del establishment argentino, que pagó hasta US$ 50 mil dólares por mesa para acompañar el lanzamiento de la Fundación Faro que impulsa estos pensamientos.
Según Laje, uno de los objetivos del espacio, dijo, es “que el empresariado se involucre en la batalla cultural”. Y bien vale la pregunta: la presencia de muchos de los empresarios más importantes del país, ¿implica que hay una salida masiva del closet ideológico de los dueños del capital hacia las ideas de ultraderecha o simplemente es otra muestra de que son capaces de pegarse a cualquier ideario con tal de ver si agarran algún negocio nuevo?
Un caso para mirar de cerca es el de José Luis Manzano, amigo y financista de Sergio Massa, el candidato del Frente de Todos que perdió el balotaje. ¿Está viendo un revival menemista que lo emociona como para dar su respaldo a esta fundación o querrá, como siempre soñó, ver si puede quedarse con Metrogas, ahora que la estatal YPF la está poniendo a la venta?
También fue fuerte ver las fotos en el lugar de Claudio Belocoppit, que la pasó muy mal este mismo año acusado por el Presidente y los trolls de las redes como el culpable de la suba de las prepagas casi como parte de un golpe massista. Los tiempos han cambiado, parece.

También fueron de la partida de forma llamativa miembros de CILFA, la camara de laboratorios nacionales, cómo Eduardo Macchiavelo, hombre fuerte de Roemmers, al igual que Daniel Sielecki, accionista del laboratorio Elea que comparte con Hugo Sigman, hombre de las vacunas durante el gobierno de Alberto Fernández.
Unicornios woke
En varias oportunidades, Laje subrayó que la fundación trabajará en la formación de nuevos emprendedores y que por eso una de las primeras acciones ha sido firmar un convenio de colaboración con la ONG Endeavor, el sello de promoción de startups que apoyan Eduardo Elsztain, de IRSA, y magnates tecnológicos como Martín Migoya y Guibert Engliebenne, de Globant, o Marcos Galperín, de Mercado Libre.
¿Qué irán hacer esos hombres de negocios con todas las políticas de género y de inclusión LGBT que tienen en las compañías?
IRSA explica en su web que cuenta con una “Red de Género, que trabajan para impulsar la igualdad de género y la inclusión en la Compañía. A inicios de 2021, creamos un Comité de Diversidad con dependencia directa del Comité de Ética. Este recibe las denuncias vinculadas a situaciones de acoso, maltrato o violencia en el ámbito laboral, por cuestiones de género u orientación sexual” (https://www.irsa.com.ar/sustentabilidad-social-dei.php).
Globant, por su lado, publicó en junio del año pasado un posteo en su sitio que se titula “el Orgullo LGBT en la empresa no tiene fronteras”, con los colores de la bandera emblemática y la palabra “Pride” (orgullo) arriba de todo (https://stayrelevant.globant.com/es/be-kind/be-kind-peers/el-orgullo-lgbt-no-tiene-fronteras-el-compromiso-de-globant-con-la-diversidad-equidad-e-inclusion-en-todo-el-mundo/).
“De acuerdo con Forbes e ILGA, en las últimas tres décadas se han logrado avances significativos, con 49 estados que han despenalizado los actos sexuales consensuados entre personas del mismo sexo. Sin embargo, resulta desalentador reconocer que las leyes que penalizan la homosexualidad siguen estando vigentes en aproximadamente un tercio de los países del mundo”, escribe Luciana Gutsztat en un apartado de la compañía apropósito del “mes del orgullo”.
Seguramente hablar de “orgullo” sería avalar otro de los mecanismos del poder cultural del marxismo que habría que derrotar desde la fundación de Laje, que gozará del financiamiento de los accionistas de Globant.
Habrá que ver. Son tipos cambiantes, En 2011, cuando inauguraba nuevas oficinas, Migoya le agradecía a Néstor y Cristina Kirchner por las políticas públicas para impulsar el software. (https://www.casarosada.gob.ar/informacion/archivo/25385-la-competitividad-del-pais-va-a-estar-ligada-a-la-incorporacion-de-tecnologia-afirmo-la-jefa-de-estado).
¿Pero cuánto se puede cambiar?
La misma pregunta cabría para Galperín, que está sacado en su cuenta de X subidísimo a la batalla “anti woke”. De hecho acusó hace poco al Financial Times de “woke” por una nota que no le gustó, y antes había reposteado un cuadro que daba a entender que el comunismo se había transformado desde la caída del muro de Berlín en feminismo o combate al racismo.

En Mercado Libre, la compañía de comercio electrónico que ha llegado a reemplazar a Yahoo! en el índice Nasdaq de la Bolsa de Nueva York, hay una reivindicación también abierta y visible de la inclusión y todo lo que pone loco a Laje. Se publica en el apartado “diversidad”, donde se destaca que el 45% de los empleados son mujeres y que un 12% pertenece a la comunidad LGBT, “un 2% más que la demografía regional”.
O sea, mientras en sus compañías estos tres empresarios hacen gala del respeto, la diversidad y la inclusión, ahora aplaudieron y decidieron financiar el think tank más retrógrado que se haya generado jamás en la Argentina.
No fueron a un acto oficial a acompañar al gobierno. Pusieron fondos en “la batalla cultural” que esconde homofobia, discriminación y hasta justifica que por ejemplo el país sea el único en la Tierra que haya votado en contra de una resolución de la ONU contra la violencia sobre mujeres y niños. Irán se abstuvo.
¿Qué pasa? ¿Salieron del armario facho de golpe y van a dar vuelta todo lo que venían haciendo en las compañías?
¿O están dispuestos a bancar cualquier idea por extrema y medieval que sea con tal fortalecer a una administración que les dice héroes por no pagar impuestos, les deja las manos libres para operar sin regulaciones o les habilita algún negocio?