La Secretaría de Agricultura, Ganadería y Pesca de la Nación derogó el peso mínimo de faena a través de la Resolución 98/2025 publicada en el Boletín Oficial.
Según los argumentos expuestos en la Resolución "las regulaciones vinculadas al peso mínimo exigido para la faena de animales bovinos, resultan innecesarias en el contexto actual".
"Toda vez que los productores cuentan con los conocimientos técnicos, la experiencia y las herramientas de gestión adecuadas para determinar el momento óptimo de faena en función de sus propios objetivos productivos, comerciales y sanitarios", detalla la normativa.
Como si faltara más, la Secretaría toma el guante de la libertad y pregona lo siguiente: "Que esta administración ha asumido el compromiso de restablecer el marco de libertad económica, promoviendo reglas claras, estables y orientadas a fortalecer la iniciativa privada como motor del desarrollo productivo".

El mamarracho de siempre
Para aquellos que no conocen el tema, la obligación del peso mínimo de faena era un reclamo impulsado por muchos integrantes y Cámaras de la cadena de carnes y ganados, sobre todo, para poder proteger el stock bovino de la argentina y aumentar así la producción.
Una cosa es la faena de bovinos (cuántos animales entran al circuito de la carne) y otra cosa muy distinta es la producción de carne. Pongamos un ejemplo de ficción para entender. Si se faenan 10 animales de 200 kilos, se obtendrían 2.000 kilos de carne con hueso, pero si se faenan 10 animales de 400 kilos, la producción ascendería a 4.000 kilos, un 100% más.
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Para los frigoríficos, faenar un animal pesado o uno liviano, es prácticamente lo mismo. En el desposte de ese animal (cuando se van separando los cortes de carne), el trabajo es el mismo. Lo único que cambia es el peso de cada corte.
Derogando esa obligatoriedad, lo único que se consigue es que los precios de la hacienda pesada bajen y se nivelen más a los de los terneros. Dicho en palabras de la industria cárnica se fomenta un "ternericidio", que es faenar animales pequeños en lugar de bovinos pesados que dan más carne.
Esta resolución termina atentando contra la propia ganadería argentina, que desde hace años mantiene el mismo stock bovino y que, ahora, encima probablemente produzca menos carne y los precios de la hacienda bajen sin impactar en el precio de la carne al consumidor.