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Columnistas

René Favaloro, aún con deudas y sin ayuda, revolucionó la cirugía cardiovascular.

René Favaloro nació el 12 de julio de 1923 en un barrio humilde de la Ciudad de La Plata, conocido como el Mondongo. Su madre, Ida, fue modista y su padre, Juan Bautista, era carpintero. Juntos cumplieron el sueño que compartían muchos de los inmigrantes de la época: que sus hijos se convirtieran en profesionales. Su hermano mayor, Juan José, fue médico al igual que él, aunque su carrera fue un tanto menos célebre.

A los 4 o 5 años ―según refiere su madre― René ya manifestaba su deseo de ser médico, producto de la influencia de su tío doctor, hermano más joven de su padre y único miembro de la familia con estudios universitarios. Durante las vacaciones de verano, asistía a su consultorio en el barrio de Avellaneda, para presenciar la atención a los pacientes.

Hizo la primaria en la escuela N°45 Manuel Rocha de La Plata, que hoy en día luce en su fachada un mural suyo como homenaje. Según sus propias palabras, “un lugar para pensar, hacer y ser feliz”. Terminada la secundaria en el Colegio Nacional Rafael Hernández, ingresó a la Facultad de Ciencias Médicas de la universidad Nacional de La Plata.

En tercer año de la carrera, empezó las prácticas profesionales en el Hospital Policlínico e inició una relación filial con sus pacientes que mantuvo por el resto de sus días. Excedía largamente sus responsabilidades de estudiante, en sus tiempos libres, paseaba por el Hospital visitando a los internados para seguir su evolución y charlar con ellos, asistía a las cirugías de los profesores titulares y realizaba disecciones de cadáveres en la cátedra de Anatomía Topográfica, lo que le permitió recopilar experiencias que pondría en práctica en el futuro.

En cuarto año, siendo uno de los mejores alumnos de su camada pasó a formar parte del internado y a vivir en el segundo piso del hospital, en el que muchas veces pasaba entre 48 y 72 horas en actividad entre las salas de pacientes y la cátedra de Clínica Quirúrgica. Hacia 1948, cuando terminó sus estudios, estaba seguro de que iba a continuar su carrera profesional como cirujano en el Policlínico, pero un giro del destino lo hizo pasar por una instancia para él impensada.

 Médico Rural

En su libro autobiográfico Recuerdos de un Médico Rural (1980) explica que las razones por las que su vida dio un vuelco fueron principalmente políticas. Una vez recibido, la administración del hospital le ofreció un cargo de médico interno auxiliar, con la condición de que firmara una tarjeta en la que declaraba aceptar la doctrina del gobierno de aquel entonces e incluía el aval de un miembro representativo del partido peronista como un diputado o senador. Condición que no aceptó.

El otro puesto al que aspiraba, el de ayudante diplomado de la catedra I de Clínica Quirúrgica, tampoco lo consiguió, porque los concursos estaban suspendidos y los cargos eran otorgados por el profesor, que también respondía a los intereses del partido peronista.

Por ese entonces, le llegó una carta de su tío desde Jacinto Aráuz ―un pueblo con tres mil habitantes de la provincia de La Pampa― en la que le explicaban que el único médico que atendía a la población estaba enfermo y tenía que viajar a Bs As a tratarse. La decisión no fue fácil, ya que se había preparado mucho para otro tipo de carrera, pero siendo que le permitiría ayudar económicamente a su familia y solo serían dos o tres meses, René aceptó.

El doctor Dardo Rachou Vega falleció al poco tiempo de cáncer de pulmón y su estancia en el pueblo se extendió un poco más de los pensado, doce años, para ser precisos. En ese tiempo, sumó a su hermano Juan José a la clínica y juntos, revolucionaron el sistema de salud de la zona.

Generaron en la población del lugar un cambio de paradigma con respecto a la conciencia sanitaria. Convocaron a maestros, empleados, miembros de la iglesia, padres y madres de la zona, para promover hábitos higiénicos y saludables, así como estrategias de prevención.  

Fundaron un centro asistencial de 23 camas con lo que era una sala de primeros auxilios, bajaron la mortalidad infantil de la zona hasta hacerla casi desaparecer, redujeron sustancialmente la desnutrición y las infecciones en los partos, crearon un banco de sangre de personas vivas con la colaboración de donantes que se presentaban regular y voluntariamente. Fortalecieron el compromiso de los individuos con su comunidad, lo que se tradujo en un crecimiento del nivel social.

Del pueblo al mundo  

Cuando René sintió que su tarea en Jacinto Araúz estaba agotada, empezó a diagramar su próximo paso, prepararse para retomar su carrera de cirujano. Hacía tiempo que viajaba a La Plata para capacitarse en el tema de las intervenciones cardiovasculares, la última tendencia a nivel mundial.  

Por consejo de los profesores Mainetti y Albanese, eligió la Cliveland clinic en Ohio, la vanguardia a nivel médico en aquella época. En 1962 ingresó como residente con su inglés rudimentario, pero rápidamente pasó a ser parte del equipo de cirugía.

Luego de cinco años de trabajo obsesivo, René tuvo una idea novedosa: utilizar la vena safena para restaurar la irrigación del corazón de pacientes con obstrucciones. Llamó a esta técnica revascularización miocárdica o baipás vascular. En 1970 publicó su primer libro, Tratamiento quirúrgico de la arterioesclerosis coronaria en el que presentó al mundo esta técnica, que fue la que le dio el reconocimiento internacional que hoy en día conserva.

Al año siguiente volvió a Argentina para trabajar en el Sanatorio Güemes (CABA) junto con el doctor Luis de la Fuente, que era el encargado de cardiología y con el cual tenía una relación estrecha.  Tal era la confianza que le tenía, que solo operaba a pacientes que hubieran sido diagnosticados por él.

Desde su regresó de Ohio que René tenía la idea de fundar un centro de asistencia médica, investigación y docencia, con la calidad de Cleveland Clinic en Bs As. De la simbiosis con este otro gran cerebro que era De la Fuente, surgió el impulso para poner en práctica en el año 1975 esta idea cuyo resultado recibió el nombre de Fundación Favaloro.

En un principio funcionó como clínica y centro de capacitación, en el que comenzó a celebrarse cada dos años un Congreso de Cardiología para el Consultante. En 1980 se creó el Laboratorio de Investigación Básica que dependía del Departamento de Investigación y Docencia de la fundación, que sentó las bases de la Universidad Favaloro, que se inauguraría en el 98.

El otro derivado que surgió de esa entidad en 1992 fue el Instituto de Cardiología y Cirugía Cardiovascular de la Fundación Favaloro, una organización sin fines de lucro, en la que actualmente se practican todo tipo de trasplantes y variantes de cirugía cardiovascular. En ese momento René abandono el Sanatorio Güemes y formó allí un equipo de trabajo de excelencia, que hoy mantiene su legado.

Suicidio

La crisis del año 2000 en la que entró la Argentina le trajo a la Fundación Favaloro serios problemas financieros. Varias obras sociales habían acumulado una gran deuda con esta entidad durante la década del 90, la más grande de ellas era la del PAMI. La fundación le reclamaba, por ejemplo, 195 facturas entre los años 93 y 95 que Victor Alderete, el director de la organización que dependía del Ministerio de Salud, se negaba a reconocer.

Por otra parte, la Fundación tenía su propia deuda con otras entidades, por una suma de 18 millones de dólares, que no tenía como saldar. En su desesperación René escribió una carta al Gobierno argentino pidiendo ayuda, pero no recibió ni siquiera una respuesta. Decía, entre otras cosas, lo siguiente:

“Estoy pasando uno de los momentos más difíciles de mi vida, la Fundación tiene graves problemas financieros. En este último tiempo, me he transformado en un mendigo. Mi tarea es llamar, llamar y golpear puertas para recaudar algún dinero que nos permita seguir.”

El 29 de julio del 2000, a sus 77 años, René se metió en el baño de su departamento de Palermo Chico y se disparó en el corazón con un revólver calibre 38. En su escritorio dejó varias cartas, una de ellas para el presidente De la Rúa, en la que exponía los motivos de su decisión. En síntesis, decía que la sociedad argentina necesitaba de su muerte para tomar conciencia de los problemas en los que se encontraba envuelta.    

El último párrafo de su carta dirigida al pueblo argentino, empieza así: “No ha sido una decisión fácil pero sí meditada. No se hable de debilidad o valentía. El cirujano vive con la muerte, es su compañera inseparable, con ella me voy de la mano.”

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