No es simple hacer un balance del año sobre el sector de producción de granos: hay muchas cosas buenas, otras malas, cosas que se hicieron y otras que hasta el momento quedaron en la zona de promesas. Sin dudas, fue un año complejo, con miles de aristas, que intentaremos ordenarlas para poder tener un panorama lo más certero posible de este 2024.
Empecemos por la parte buena: este año que estamos dejando puede ser catalogado como el de la recuperación productiva tras el desastre de la campaña 2022/23 marcada a fuego por una de las sequias más extremas que vivió el país.
Con un clima un poco más benévolo, por lo menos para los granos gruesos, ya que el trigo sintió nuevamente la falta de agua, el ciclo 2023/24 volvió a arrojar volúmenes aceptables en soja y maíz.

Recordemos que durante la 2022/24 se produjeron 25 millones de toneladas de la oleaginosa y poco más de 35 millones del cereal, lo cual puede ser traducido como una cosecha desastrosa. En la 2023/24 se obtuvieron 50,2 millones de toneladas de soja; 49,5 millones de maíz; 15,1 millones de trigo; 3,6 millones de girasol; 5 millones de cebada; y 3,3 millones de sorgo.
Pero detengámonos un poco en el maíz, porque aquí se encuentra una de las primeras malas. El grano amarillo hace ya varios años que viene ganando protagonismo en el campo, llegando a ser el cultivo en volumen más producido en Argentina y para la campaña 2023/24 se esperaba incluso alcanzar un récord histórico de casi 60 millones de toneladas.
Estaba todo dado para que sea así, pero en el camino, más puntualmente a finales del verano, hizo su aparición la plaga de la chicharrita (Dalbulus maidis), que propaga una bacteria conocida como spiroplasma que genera la enfermedad de "achaparramiento del maíz" y, aunque el nombre del insecto suene casi chistoso, el daño que produjo no lo fue, generando la pérdida de 10 millones de toneladas y dando por tierra una cosecha histórica del cereal.

Saliendo de la chicharrita, un mejor escenario productivo le permitió a Argentina recuperar el nivel de sus exportaciones. Por ejemplo, solo en el primer semestre del año, según cálculos de la Bolsa de Comercio de Rosario (BCR) se exportaron 20 millones de toneladas más que en el mismo período del año pasado.
Pero esto puede verificarse también en el ingreso de divisas, que creció durante todo 2024 un 27% hasta los US$ 25.090 millones, según la Cámara de la Industria Aceitera y del Centro de Exportadores de Cereales (Ciara-CEC).
La campaña 2024/25, que se terminará de cosechar el año que viene se muestra más promisoria en los productivo, superando apenas en un 4% al ciclo anterior, con una mejora sustancial en la producción de trigo y girasol, un pequeño aumento en soja y maíz.
Precios internacionales de los granos
Pero en 2024 el cisne negro que suele enfrentar año tras año el campo no vino por el lado del clima, sino de los precios internacionales de los granos, con fuertes caídas que lo llevaron a tocar las cotizaciones más bajas en cuatro años, en un contexto de una muy buena oferta mundial de productos y un consumo que se mantiene estancado.
Según un informe del Consejo Agroindustrial Argentino (CAA) los precios FOB (el precio que se pagan por la exportaciones en Argentina) primera posición de la harina de soja, el poroto de soja, el trigo y el maíz disminuyó en un 31%, 18%, 6% y 3% en comparación con diciembre del año pasado. Por otro lado, el aceite de soja y girasol registraron aumentos significativos, con subas del 19% y 31%.
Esto pegó de lleno en la rentabilidad de los productores, que ven cómo los márgenes se achican cada vez más, cubriendo apenas los costos de producción. A esto hay que sumarle que muchos de ellos están fuertemente endeudados como consecuencia de los años seguidos de sequía.

En este sentido, desde el Movimiento CREA que sólo el 10% de la superficie nacional implantada con soja se ubicaría en un rango de viabilidad económica positiva, mientras que el 66% del territorio se posiciona en el breakeven (punto de equilibrio) y el 24% restante en valores negativos, mientras que en maíz solamente el 35% se ubicaría en resultado económicamente positivo.
La caída de los precios también generó un aumento en la presión fiscal sobre el sector, más allá de que no se hayan elevado desde Nación los impuestos que pesan sobre el agro.
Desde la Fundación Agropecuaria para el Desarrollo de Argentina (FADA), marcó en su informe de diciembre que la participación del Estado en la renta agrícola alcanzó en diciembre el 64,3%. Este porcentaje es 2,8 puntos más alto que la medición de septiembre y 5,4 puntos superior a la del mismo mes en 2023.
Promesas cumplidas e incumplidas
Es por esta cuestión central que los productores agrícolas reclaman cada vez que pueden un alivio en la carga fiscal, enfocándose principalmente en una baja o quita de retenciones, promesa electoral del Presidente Javier Milei que todavía no se cristalizó en 2024 y que todavía no se sabe si podrá llevarla a cabo en 2025.

Lo que sí cumplió Milei fue el proceso de desburocratización del sector, la eliminación de los "volúmenes de equilibrio", que funcionaban básicamente como cupos de exportación, la no intervención en el mercado de granos y la drástica reducción de la brecha cambiaria, que funcionaba como una "retención encubierta".
Y también cumplió con el prometido ajuste del Estado, que recayó en el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) con la venta de inmuebles y recortes en el personal, en el Instituto Nacional de la Yerba Mate (INYM), con recortes en sus funciones o en la desaparición de programas como Cambio Rural o de Agricultura Familiar.