El alto al fuego entre Irán e Israel, impuesto por Estados Unidos, abrió una tregua a un escenario marcado por la tensión regional. Es Nota dialogó con Noga Tarnopolsky, periodista de Israel y Palestina desde Jerusalén, para desmenuzar el clima emocional, el trasfondo político del desenlace y la fragilidad del cese al fuego.
Después de tantos años siguiendo de cerca esta región, ¿cómo describirías el clima emocional actual en Israel?
En Israel, se intenta recomponer la rutina. Los chicos volvieron a las escuelas, los bares y restaurantes reabrieron, hay largas colas en el aeropuerto. Se siente cierto alivio en el aire, casi instintivo. Pero eso no significa que haya desaparecido la preocupación. La tensión sigue latente. Este pequeño respiro no borra los más de 20 meses de guerra desde el 7 de octubre. Cada día hubo muertes. Por eso, esta tregua se vive como una exhalación momentánea, una bocanada de normalidad. Ves sonrisas en la calle, chicos jugando, autos circulando. Hasta hace poco, todo parecía detenido. Sin haber un estado de sitio formal, sí estábamos bajo regulaciones de emergencia, y la recomendación era quedarse cerca de los refugios. Hoy, caminar y ver gente en la vereda vuelve a tener un valor inmenso.
¿El cese al fuego entre Irán e Israel genera verdadero alivio o predomina la incertidumbre? ¿Cómo se vive en las calles esta pausa?
Es real el alivio, pero también la incertidumbre. La guerra no es una abstracción: sigue habiendo dolor, duelo y preguntas sin respuesta. La normalidad, en este contexto, es frágil. El respiro se nota en los gestos más simples, pero la gente no olvida que esto puede cambiar en cualquier momento.
¿Qué rol tuvo Estados Unidos en esta decisión? ¿Fue clave para frenar la escalada?
Fue determinante. El cese al fuego fue impulsado directamente por Estados Unidos. Incluso algunos asesores cercanos a Trump se sorprendieron cuando anunció el alto el fuego por X. Todo indica que tuvo una conversación muy tensa con Netanyahu y decidió intervenir. Es una pausa impuesta desde afuera, no una resolución nacida desde dentro del conflicto.
¿Hay alguna historia personal de estos días que te haya conmovido especialmente?
Muchas. Hoy mismo vi dos fotos que me impactaron profundamente. Una era de un soldado de 21 años, hijo de una familia de origen etíope, que murió quemado junto a otros seis compañeros en Gaza. Estaban en un vehículo blindado obsoleto, que debería haberse reemplazado hace más de 15 años y no se hizo por cuestiones presupuestarias. Lo más conmovedor: en una foto previa, ese chico sonreía con un cartel en la mano que decía “Nuestros hijos no son para guerras innecesarias”. Murió de la forma exacta que buscaba evitar…
La otra imagen era la de una mujer de 73 años, una reconocida activista por la paz de Be’er Sheva, que murió en uno de los últimos ataques de Irán. En una foto reciente, ella sostenía un cartel que decía: “Fin a la guerra, traiganlos a casa”. Las dos muertes tienen una amargura irónica. Murieron víctimas de una guerra que ambas personas rechazaban, al igual que la enorme mayoría de los israelíes.
¿Cómo se le explica todo esto a los niños y adolescentes?
Es muy difícil. Incluso los adultos están desorientados. Y creo que eso no es casual: El gobierno israelí actual, a propósito, no explica. Genera confusión porque le resulta funcional. Ayer mismo hubo dudas sobre si seguía o no el cese al fuego, sobre qué estaba permitido o no. Cuando los adultos no entienden, menos aún pueden explicarlo a los chicos. Y los más pequeños, aunque no comprendan todo, absorben el miedo y la angustia del entorno. Las escuelas hacen lo que pueden, pero este fue otro ciclo lectivo profundamente interrumpido. Una de las cosas que uno tiene que entender de cualquier adolescente o chico israelí es que hay pocos que no tienen alguna conexión con algún muerto en la fiesta de la Nova, el festival de música, o con soldados que murieron en la guerra, son chicos de 18 años, es tu vecino, es tu hermano, es tu primo, es el primo de tu amigo. Esta generación israelí está creciendo atravesada por el trauma.
De cara al futuro, aunque la paz parezca lejana, ¿hay pasos fundamentales que deban darse para evitar una nueva escalada?
Esta tregua solo tendrá valor si es seguida por un acuerdo. No imagino un tratado directo entre Irán e Israel, pero sí debe existir un compromiso real, con controles estrictos, que limite las ambiciones nucleares del régimen iraní. Porque ése es el verdadero riesgo regional.
Más allá del enorme daño que sufrió, Irán sigue buscando convertirse en potencia nuclear. Me refiero al régimen, no a su pueblo, que es otra cosa. Si no hay un freno real a ese proyecto, la tregua será solo una pausa.
¿Tenés alguna esperanza de cambio genuino?
Hoy me cuesta ser optimista. Irán está gobernado por un régimen brutal, violento hacia su pueblo y hostil hacia el mundo. Y en Israel veo, con mucha preocupación, un gobierno que ha aprovechado la guerra para avanzar con medidas autoritarias. No son situaciones idénticas, pero ambas son alarmantes. Creo que estamos viviendo un momento global de mucho peligro. Aun así, sé que todo esto pasará. Las dictaduras caen. Los abusos de poder fracasan. Las sociedades siguen adelante. Pero el dolor en el camino, el sufrimiento de quienes pagan el precio mientras eso ocurre, es lo que más me afecta.
Para cerrar, Noga, ¿qué mensaje te gustaría dejar a nuestros lectores sobre este momento tan delicado?
Que no vean este cese al fuego como un punto final. Es apenas un capítulo más. Hay que observar, comprender, exigir claridad, y no perder la empatía. Y, sobre todo, no dejar de esperar que se abra un camino mejor. Aunque parezca lejano, no hay otra opción que trabajar —y soñar— con un futuro distinto.
