El pasado miércoles asistí a la marcha federal universitaria en la Plaza de los Dos Congresos. En esta oportunidad, a la salida de mi trabajo, no marché con mi alma mater, la Facultad de Derecho de la UBA, sino que me encolumné con mis compañeros de militancia en las filas de la Unión Cívica Radical (UCR), que sorprendentemente se organizaba y daba el presente en esta nueva cita en defensa de la educación pública.
Había mucha más gente de la que suele convocar el radicalismo últimamente. Y lo digo porque, desde hace mucho tiempo, el partido que conocí es un monoambiente en Capital (plagado de humedad). Se podían avizorar muchos actores: dirigentes históricos, militantes longevos y jóvenes que acuden a algún que otro comité de la ciudad.
Sin embargo, el motivo que me reúne en esta columna matutina no es hacer un descargo sin sentido y sin ideas, como hacen algunos en otros medios, sino resaltar cómo la gente que se aglutinaba en el reclamo tomó la presencia del centenario partido en la marcha.

Nos dijeron de todo. Pero de todo. Caminando por Callao y pasando por la esquina de una icónica pizzería del Congreso, la gente coreaba: "traidores, mercenarios, vendidos, putitas del poder de turno", entre otros. Miren que yo he recibido insultos a lo largo de mi corta vida política por autoreferenciarme como radical, pero lo de esta semana me pegó en lo más duro. Y digo esto dado que la educación pública es una bandera histórica del radicalismo. Son consustanciales. La educación pública y su consecuente ascenso social ayudaron a moldear al partido. Creo que sin la constitución del pensamiento reformista del '18 no habría habido radicalismo posible.
Ahora bien, ustedes dirán que eran insultos aislados, como los que hay en el cambalache de toda movilización. Yo pensé lo mismo. Pero cuando desde el escenario empezaron a mencionar las adhesiones y dijeron: "Adhiere a la marcha la Unión Cívica Radical", la catarata de abucheos ensordecía a propios y ajenos.
Los días pasaron y se me arrima a la mente la eterna pregunta: ¿Qué culpa tiene la UCR? Para responder, decidí abstraerme de mi pertenencia ideológica y, sinceramente, creo que la respuesta más inmediata, en este neurótico tiempo, sería, por supuesto, "ninguna". Desde aquí hasta el final, pido permiso para hablar en tercera persona.
Pobrecitos los radicales, siempre son los primeros en ser acusados de todo y los últimos en reclamar cualquier mérito. Si el dólar sube, la UCR tiene la culpa; si llueve el fin de semana, la UCR es la responsable. No importa si están en el poder o en la oposición, de alguna manera, la mano invisible de la UCR siempre termina metida en el problema. ¿Será que la culpa es de ser parte de la historia política desde el siglo XIX? Uno diría que la longevidad tiene sus desventajas. Como dije en columnas pasadas: "la sociedad es gerontofóbica".

Los radicales, esos eternos defensores de la democracia, seguramente deben estar preguntándose qué más pueden hacer para redimirse. Tal vez crear una aplicación que prediga el clima o evitar el próximo estallido económico y social que está a la vuelta de la esquina.
Porque, claro, es imposible que un problema en el país ocurra sin que alguien se acuerde de ellos. ¿La carencia presupuestaria de las universidades? La UCR. ¿Un presidente desequilibrado y fascista? También la UCR. Parece que tienen una máquina secreta en algún sótano que maneja todo. No lo han confirmado, pero sería lo más lógico ante tantas acusaciones.
Hay que recordar que la UCR también tiene sus logros. Por ejemplo, cuando promovieron la democracia en los tiempos oscuros de los años 70 y la lograron formular con la primavera alfonsinista de la década siguiente. Pero parece que ese triunfo se fue diluyendo y enfriando como un café olvidado en la cocina. Ahora, cuando el país enfrenta cualquier contratiempo, desde una mosca en la sopa hasta una crisis económica, ahí está la UCR para "dar la cara", aunque nadie se la pida. ¡Qué presión! No importa lo que hagan o dejen de hacer, la culpa siempre va a caer en sus hombros. Es que hasta el mismo Alfonsín decía: "siempre haciéndonos cargo de la Nación".

Irónicamente, cuando las cosas van bien, ¿dónde está la UCR? Desaparecen como fantasmas en el aire. Porque, claro, cuando hay buenos tiempos, las flores se las lleva otro. ¡Qué injusto! Si se recupera la economía, es porque el destino intervino o porque otros actores políticos, de esos que recién llegaron ayer, tuvieron el buen juicio de apretar el botón correcto. Pero cuando el barco se hunde, el timonel radical es el primero en ser señalado, aunque esté en la orilla, mirando desde lejos, ya que de los últimos 40 años de democracia, sólo 8 fueron de radicalismo.
Y si hablamos de los jóvenes, ¿qué piensan ellos de la UCR? Algunos creen que es un mito, como los dinosaurios. Para otros, es simplemente un nombre en los libros de historia. Claro, los jóvenes no vivieron en épocas de radicalismo puro y duro, y por eso tal vez no entienden por qué este partido sigue siendo mencionado. Hoy ya no se habla de Illia defendiendo la soberanía nacional ni del radicalismo popular de Yrigoyen. Solo se habla de un partido rendido a los servicios, a la burocracia del momento y a los malos manejos internos para avizorar una definición política certera.
En conclusión, ¿qué culpa tiene la UCR? Ninguna, por supuesto. Y al mismo tiempo, todas. Es la paradoja perfecta: el partido que, haga lo que haga, siempre estará en el centro de la tormenta.
Pero al final, en un país donde la culpa va y viene como las mareas, hacerse cargo de la historia, sin pensar en los réditos, y terminar siendo el chivo expiatorio oficial; también tiene su propio tipo de protagonismo, ¿no?
Por Alejo Ríos (@larunflaradical)