Conocer Puerto Madryn era una cuenta pendiente. Hace unos 15 años, una prima que vivía en capital se casó y se mudó para allá. En un encuentro familiar la volví a ver y me contó lo que era vivir en esa ciudad. Cuando me hablaba, se dibujaba en su cara una expresión de alegría y satisfacción que me llegó en lo más profundo. De verdad se veía a alguien que había encontrado su lugar en el mundo. Y lo tuve en cuenta.
Este año fue muy agitado. Desde lo laboral y desde lo personal, por lo que la necesidad de tomarse unos días para desconectarse de la rutina se convirtió en premura. Cuando pude ver la propuesta de la Secretaría de Turismo de Puerto Madryn de mantener los precios para alentar al turismo nacional, en un contexto favorable para los destinos del exterior, decidimos con mi pareja hacer un viaje exprés: cuatro noches para recorrer, conocer y tratar de disfrutar.
Desde nuestra llegada todo fue excelente: la hospitalidad de la gente se notó en todo. Desde la cordialidad de los choferes y la atención del personal del hotel Dazzler, hasta la simpatía de los guías que nos acompañaron en las excursiones. Incluso la calidez con la que atienden mozos y comerciantes se destaca. Quizás sea por el contraste que uno como turista a veces nota en otros lugares, pero en Puerto Madryn pareciera que hay una verdadera conciencia de cuidar al turista.
La fauna: el fuerte de Puerto Madryn
A diferencia de otros destinos de la Patagonia, donde el gran atractivo natural es la potencia paisajística, Puerto Madryn ofrece una experiencia bien cercana a la diversidad en su fauna. Las grandes excursiones están relacionadas al contacto casi directo con los distintos animales que viven en la zona: cuises, zorros, armadillos, guanacos, ovejas, gaviotas, aguiluchos, pingüinos, orcas, lobos y elefantes marinos y las famosísimas ballenas.
Fue aquí donde pudimos realizar la gran excursión a Puerto Pirámides y hacer el avistaje de ballenas. Una actividad que no solo colma las expectativas, sino que prácticamente justifica todo el viaje.
Todo inició con una salida bien temprana a la Península Valdés por la Ruta 2, para luego entrar en el Área Natural Protegida Península Valdés. Aquí los caminos son de ripio y está prohibida la intervención del hombre. La Madre Naturaleza es la que manda y nosotros solo podemos disfrutar de ella.
Después de parar unos minutos en un mirador que ofrecía una gran vista hacia la costa y de tener a nuestros pies (a no más de 10 centímetros) unos hermosos pingüinos en sus pingüineras, nos fuimos a la imponente Lobería de Puerto Norte. En sus orillas, un sagaz pingüino intentaba llegar al mar, esquivando a lobos y elefantes marinos que dormían la siesta en la arena, a gaviotas que comían pequeños peces y a un petrel gigante del sur que también sobrevolaba la zona. Todos juntos, en una postal que grafica la imponencia de la variedad de la fauna local.
Tras el almuerzo, y luego de un viaje donde nos acompañaron maras, zorros y guanacos, llegamos finalmente a Puerto Pirámides. Un pueblo bellísimo y muy pequeño donde el principal atractivo está asociado a las actividades acuáticas.
Calzados con un chaleco salvavidas, nos subimos a una lancha que se metió mar adentro durante unos 20 minutos. Ese recorrido ya de por sí fue una aventura, con el agua salada que salpicaba el rostro, el viento que pegaba de frente y el paisaje que mezcla el mar y algunas elevaciones en el terreno, dando una vista extraordinaria. Ya habiendo recorrido algunos kilómetros hacia adentro, el capitán de la lancha disminuye la velocidad y avisa que hay ballenas en la zona.
Para quien nunca vio un animal de estas características en vivo y en directo, es una experiencia única. Estos mamíferos suelen tener unos 18 metros, cuatro o cinco más que la lancha en la que íbamos, y transmiten una sensación de respeto, belleza y ternura al mismo tiempo. Es que más allá de su tamaño, las madres suelen estar junto a sus ballenatos y tienen comportamientos sociales más que interesantes. Los más pequeños (pueden tener hasta 5 metros y pesar 3 toneladas) son de jugar entre ellos y las madres se ponen un poco celosas y buscan separarlos. Además, cuando ellas van a buscar alimento y los ballenatos quedan solos mucho tiempo, estos empiezan a hacer berrinche chapoteando con sus aletas en el agua para llamar la atención.
El paseo duró cerca de una hora y media y no podíamos volver a la orilla sin antes pasar por la lobería, donde varias decenas de lobos marinos descansaban y algunos incluso parecían saludarnos de lejos. Ya en tierra, recordé lo que me había dicho mi prima en su momento y comencé a entender su emoción y sus palabras.
El viaje me reveló una nueva forma de conectarme con la naturaleza. Ya no desde una posición pasiva, en la que me tomaba un café en una confitería con un gran ventanal mirando un majestuoso paisaje. Esto era sentir de manera cercana a un gran abanico de animales en los que, de otra manera, no se puede percibir.
Qué hacer en Puerto Madryn si vas este verano
Ahora, las recomendaciones para el 2025. Aunque Puerto Madryn es internacionalmente famosa por el avistaje de ballenas, cuya temporada comienza en junio y termina en diciembre, el verano en este rincón privilegiado de la Patagonia ofrece experiencias únicas para quienes buscan conectar con la naturaleza y disfrutar del mar.
Playas: arena, mar y relax
Puerto Madryn despliega 3,5 kilómetros de playas urbanas que invitan a disfrutar del sol y el mar en un entorno tranquilo. Desde el muelle Luis Piedrabuena hacia el sur, la avenida Roca y el bulevar Almirante Brown bordean un corredor costero con restaurantes, bares y opciones de recreación que incluyen paseos náuticos, buceo y avistaje de delfines y toninas.
El Doradillo: un mirador natural
Ubicado a 15 kilómetros al norte de la ciudad de Puerto Madryn, el Área Natural Protegida El Doradillo ofrece un marco incomparable para contemplar el océano Atlántico. Si bien en verano las ballenas no son protagonistas, el lugar sigue siendo perfecto para relajarse en la costa y disfrutar de la avifauna local.
Desde Punta Flecha, un mirador ubicado sobre un acantilado, la vista panorámica del mar es un espectáculo imperdible, especialmente al atardecer.
Pingüinos en Punta Tombo: un clásico del verano
A casi dos horas de Puerto Madryn, el Área Marina Protegida Punta Tombo alberga una de las colonias de pingüinos de Magallanes más grandes del mundo. Durante el verano, los pingüinos nidifican y cuidan a sus crías, lo que permite observar de cerca su comportamiento en un hábitat natural de ensueño.
Las pasarelas y senderos habilitados permiten recorrer el área sin entorpecer el camino de estas aves, que se desplazan entre los nidos y el mar. De todos modos, esto no impide que alguno de los 400 mil pingüinos que hay en la zona se meta en nuestro sendero. Está prohibido tocarlos, pero te vas a poder sacar una foto a pocos centímetros de ellos. Eso si no se asustan y te quieren picotear, algo que a priori, puede resultar gracioso. Una experiencia única que combina naturaleza, respeto y aprendizaje.
Encuentros con lobos, elefantes marinos y delfines
Durante el verano, la fauna marina sigue siendo protagonista en Puerto Madryn. Las excursiones náuticas permiten avistar delfines y toninas, dos de las especies más encantadoras que habitan la zona. Además, en puntos como Península Valdés, es posible encontrarse con elefantes marinos y lobos marinos en plena actividad.
A partir de marzo, quienes se acerquen a Puerto Madryn podrán tener la oportunidad de presenciar la llegada de las orcas, conocidas por su particular técnica de caza en las costas patagónicas. Un espectáculo aparte que, también, lo justifica todo.
Historia y tradición: té galés en Gaiman
A poco más de una hora de Puerto Madryn, la localidad de Gaiman invita a descubrir la herencia galesa en la Patagonia. El clásico té galés, una experiencia que combina historia y tradición, es una parada obligada para quienes visitan la región. Servido con tortas caseras, dulces y sándwiches, es una oportunidad para disfrutar de la gastronomía típica y conocer más sobre los colonos galeses que arribaron al valle del río Chubut en el siglo XIX.
Más que recomendado pasar por Ty Gwyn, una casa galesa fundada hace unos 50 años por un descendiente de los primeros pobladores galeses de Gaiman. El servicio del té galés consta de un menú fijo que incluye té en hebras de manera libre, pan, manteca, dulces caseros, tarta de crema, tarta de manzana, tarta de frutos rojos, sánguches de miga de queso y la famosa torta galesa, entre varias otras cositas.
Un viaje al pasado en el Museo Paleontológico Egidio Feruglio
A 110 kilómetros de Puerto Madryn, en la ciudad de Trelew, el Museo Paleontológico Egidio Feruglio (MEF) es una visita ideal para grandes y chicos. Recientemente renovado, el museo alberga fósiles únicos de dinosaurios que habitaron la Patagonia hace millones de años, entre los que se destaca el imponente Patagotitan Mayorum, el dinosaurio más grande jamás descubierto.
