Comenzaron a trabajar en el Hospital Garrahan en 1987, el año de su fundación, y realizaron toda su carrera en la prestigiosa institución. Hoy, ya jubilados, se juntaron en la puerta del hospital para reclamar por la difícil situación de la institución y conversar sobre el propósito y el trabajo que lleva adelante el Hospital Garrahan.
Son un grupo de pediatras, médicos especialistas, enfermeros, bioquímicos y otros destacados profesionales que fueron fundamentales en el proceso de construcción, forjaron el prestigio y convirtieron al Garrahan en el hospital pediátrico de alta complejidad modelo, no solo para el país sino a nivel mundial.
Aldo Haimovich, médico pediatra y ex coordinador de terapia intensiva toma la palabra: “El hospital siempre tuvo conflictos de mayor o menor magnitud, pero esto que estamos viviendo es totalmente diferente: que los profesionales quieran irse no existió nunca. Diría que es el principal problema no es el reclamo salarial, que es totalmente justo; el drama es que los profesionales se están yendo”.
A su lado, Andrea Schon asiente. Ella también es pediatra y se desempeñó como coordinadora del Área de Mediano Riesgo: “Entrar al hospital era entrar a la meca del conocimiento. Era absolutamente impensable que un médico quisiera irse del Garrahan”.
“Todos tenemos la misma idea: defender la salud pública pediátrica, que es un derecho inalienable, universal y gratuito para los niños, niñas y adolescentes. Estamos muy preocupados porque eso se termine. La salud no es un gasto: es una inversión a futuro y para todo el país”, asegura Schon.

En el Garrahan se atienden entre 600 y 700 mil niños, niñas y adolescentes por año, muchos de ellos en situación de pobreza y exclusión que acceden a una atención de la salud de primerísimo nivel. En otras palabras, los pacientes de ese hospital son los más vulnerables entre los vulnerables.
“Hoy los sueldos del Garrahan no solamente son muy inferiores a los de la actividad privada, sino que están por debajo de los hospitales públicos de la Ciudad de Buenos Aires, algo que antes no pasaba. Eso hace que muchos profesionales busquen alternativas y que las renuncias que se están produciendo, no se cubran”, señala Haimovich.
Eduardo Silvestre, médico pediatra y quien fue coordinador de atención no programada del Área Ambulatoria, suma: “Sentimos angustia porque se destruye lo que con tanto esfuerzo logramos construir. Cuando ingresé al Garrahan tenía cuatro trabajos y de a poco fui dejándolos para concentrarme exclusivamente en la tarea del hospital. En ese momento se podía. Es muy importante recuperar y sostener aquello que fue y es tan importante para la comunidad”.
Los exmédicos del hospital advierten que el modelo que llevó al Garrahan a ser una institución ejemplar está en riesgo. “Cuando se abrió el hospital, salvo los jefes de servicio de ese momento, teníamos en promedio 30 años. Con lo cual, nos jubilamos todos de golpe. Nos atemoriza el hecho de que todo lo que se logró en casi 40 años, ahora se pierda porque no haya quien tome la posta”, dice Antonio Latella, pediatra y excoordinador del Centro de Atención Integral del Paciente Hemato-oncológico (Caipho).
Latella cuenta que en la Argentina la cantidad de chicos de menos de 15 años que se diagnostican con un cáncer nuevo cada año son alrededor de 1500. “El 30% o más, unos 400 de ese total, vienen a atenderse al Garrahan porque son los casos más graves y difíciles de curar. Eso hace que sean los pacientes más críticos, más vulnerables y de mayor riesgo”, cuenta.
Teniendo eso en cuenta, explica que en los países de mayores ingresos, se calcula que casi un 90% de los chicos con cáncer consiguen curarse y sobrevivir. “En la Argentina estamos por debajo de ese porcentaje, alrededor del 70%. Excepto en el Hospital Garrahan, donde aún trabajando con las patologías más complicadas, el 80% logra curarse. Esto tiene que ver mucho con el trabajo de los equipos”, dice Latella.
En medio del éxodo de profesionales, esas prácticas que fueron esenciales, tambalean. Mientras se levantan de la mesa del café, los exjefes de servicio coinciden en una certeza que va más allá de los diagnósticos y los tratamientos: el Garrahan no es solo un hospital, es una construcción colectiva de décadas, un espacio donde miles de niños y niñas recibieron atención cuando no había ninguna otra puerta abierta.
“Lo dimos todo por este hospital, pero no por una cuestión personal. Lo hicimos porque creímos —y seguimos creyendo— que la salud pública no es un privilegio, es un derecho”, aseguran.