Un grupo de importantes intelectuales argentinos salieron a defender la versión de Theodora, la obra de Handel, que se expuso en el teatro Colón a fines de septiembre y generó polémica. La carta está firmada por, entre otros, Emilio de Ípola, Jorge Fernández Díaz, Graciela Fernández Meijide, Alejandro Katz, Daniel Link, Hinde Pomeraniec, Hilda Sabato, Beatriz Sarlo y Roberto Gargarella.
Los intelectuales apuntaron contra el comunicado que la Conferencia Episcopal sacó contra la obra. En aquella expresión, los representantes de la iglesia católica plantearon que "se bastardearon y blasfemaron la fe y la religiosidad con palabras que no se pueden aceptar referidas a la Virgen María". Además, pidieron a las autoridades que "velen por una sociedad sana y democrática, en la que se respeten todos los símbolos sagrados, de cualquier religión que sean, tanto como se respeta y defiende la libre expresión de los artistas".
Rechazamos enfáticamente esa apelación a las autoridades para que 'velen por una sociedad sana'".
En la carta, publicada hoy, el grupo de intelectuales discutieron los planteos de las autoridades episcopales. Según plantearon en la publicación, si "los obispos que firman la declaración se hubieran limitado a dirigirse a su feligresía, no tendríamos nada que objetar". Sin embargo, como los prelados se dirigieron a las autoridades, los autores de la misiva decidieron responder. "Es posible criticar aspectos de la versión presentada -publicaron- pero las diferencias estéticas o intelectuales que, eventualmente, algunos de los firmantes de esta carta pudieran sostener, no nos hacen vacilar a la hora de objetar la injerencia de la Conferencia Episcopal ni de expresar nuestra defensa de los artistas".
Los intelectuales agregaron: "Rechazamos enfáticamente esa apelación a las autoridades para que 'velen por una sociedad sana'". La carta sigue: "Conocemos, por muchas y dolorosas experiencias, cual es el sentido y cual es el costo de esa pretendida 'salud social'". "Deseamos tramitar nuestras diferencias estéticas, intelectuales, políticas, en una escena de libertad, en la que los fracasos y los riesgos contribuyan a conocer, a experimentar y a reflexionar sobre todas las dimensiones de la vida en común" concluyeron.
La carta completa
La Conferencia Episcopal Argentina ha emitido un documento condenando la puesta del oratorio Theodora, de Händel, en el Teatro Colón, a la que consideró “una pretendida expresión artística” en la que “se bastardearon y blasfemaron la fe y la religiosidad”. Si los obispos que firman la declaración se hubieran limitado a dirigirse a su feligresía, no tendríamos nada que objetar. Pero, además de emitir un juicio estético y moral (“pretendida expresión artística”, “blasfema”) los obispos se dirigieron también a “las autoridades” pidiendo -o exigiendo- que estas “velen por una sociedad sana y democrática, en la que se respeten todos los símbolos sagrados”.
Es posible criticar aspectos de la versión presentada, pero las diferencias estéticas o intelectuales que, eventualmente, algunos de los firmantes de esta carta pudieran sostener, no nos hacen vacilar a la hora de objetar la injerencia de la Conferencia Episcopal ni de expresar nuestra defensa de los artistas.
Desde hace mucho tiempo las sociedades plurales y democráticas reconocen el derecho de los artistas a utilizar la blasfemia como parte de sus obras fuera de esos ámbitos".
Si hechos semejantes se hubieran producido en un sitio religioso consagrado por alguna fe -un templo, un cementerio, una escuela confesional- no dudaríamos en expresar nuestro repudio. Pero desde hace mucho tiempo las sociedades plurales y democráticas reconocen el derecho de los artistas a utilizar la blasfemia como parte de sus obras fuera de esos ámbitos. Hoy, objetar esa libertad es lisa y llanamente un acto de censura.
La política cultural está ausente desde hace mucho de la agenda pública de nuestro país. Entre la celebración demagógica de jóvenes cantantes populares y el fervor inquisitorio con que la Conferencia Episcopal exige a las autoridades que ejerzan censura confesional sobre la producción artística no parece quedar espacio para una discusión consistente acerca de qué tipo de prácticas culturales deben ser promovidas por el Estado, de cual es la situación de la creación y de la comunidad artística, ni del sentido mismo de la producción de bienes simbólicos.
Deseamos tramitar nuestras diferencias estéticas, intelectuales, políticas, en una escena de libertad".
Rechazamos enfáticamente esa apelación a las autoridades para que “velen por una sociedad sana”: conocemos, por muchas y dolorosas experiencias, cual es el sentido y cual es el costo de esa pretendida “salud social”. Deseamos tramitar nuestras diferencias estéticas, intelectuales, políticas, en una escena de libertad, en la que los fracasos y los riesgos contribuyan a conocer, a experimentar y a reflexionar sobre todas las dimensiones de la vida en común.
Firmantes:
Adriana Amante, Sergio Bufano, José Emilio Burucúa, Samuel Cabanchik, Vera Carnovale, Rubén Chababo, Isidoro Cheresky, Emilio de Ípola, Carlos E. Díaz, Jorge Fernández Díaz, Graciela Fernández Meijide, Rafael Filippelli, Roberto Gargarella, Albino Gómez, Adrián Gorelik, Alejandro Katz, Daniel Link, Lucas Martín, Francisco Naishtat, María Matilde Ollier, Cristina Piña, Hinde Pomeraniec, Gabriel Puricelli, Roberto Russell, Hilda Sabato, Beatriz Sarlo, Marcela Sola, Lucrecia Teixido, Guillermina Tiramonti, Hugo Vezzetti, Carlos Zurita
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